Recientemente hemos podido ver en un vídeo de youtube cómo en una autopista se desprendía un trozo de nieve del techo de un coche para violentamente impactar en el parabrisas del que le predecía mientras para hacerse éste añicos. Afortunadamente, todo se quedó en un susto, pero tras el impacto el conductor del coche con el parabrisas roto se quedó sin visibilidad, para con el control de los espejos cambiarse de carril hasta poder alcanzar el arcén y detenerse por completo.
Probablemente cuando el conductor que causó el incidente puso su coche en movimiento la nieve estaría relativamente blanda, pero con la humedad y, sobre todo, el efecto del viento, ésta, poco a poco, fue compactándose hasta tener una gran consistencia. Una velocidad relativamente alta por carretera hizo que el viento además actuase como cuña para separar un trozo grande, con las consecuencias que hemos podido apreciar en el vídeo.
Además, una considerable cantidad de nieve sobre el coche afecta a su dinámica. Tanto al consumo, pues aumenta mucho su coeficiente de penetración aerodinámica, como al comportamiento, ya que aumenta su peso y, además, lo hace principalmente en la parte más alta —el techo—, con lo que eleva el centro de gravedad del vehículo.
Como la nieve pesa mucho, siempre que aparquemos nuestro coche a la intemperie y haya previsión de nevadas debemos evitar la proximidad a tejados o cornisas; de los que si se desprende una gran placa puede causar graves desperfectos.
Así se retira la nieve y el hielo
Lo mejor para limpiar la nieve de la carrocería son unas escobillas específicas, que no rayan la carrocería, con cerdas por un lado y una goma por el otro. Si no tenemos a mano uno de estos útiles, podemos utilizar un trozo de cartón o una escoba, para posteriormente quitar los últimos restos con una rasqueta de plástico sin filo como las que se emplean para quitar la escarcha de los cristales. A los que nunca se debe echar agua caliente, pues pueden rajarse. Sin pasar por alto que si hace mucho frío se congelará al instante de echarla.
Si no disponemos de rasqueta, un buen truco casero es meter alcohol etílico de 96º en un rociador para poder esparcirlo fácil y rápido por los cristales. Lo malo es que a largo plazo daña las gomas.