Citroën DS4

Depende cómo usted lo mire se encontrará ante el mejor coupé de su categoría o la más extraña interpretación entre los compactos de cinco puertas. De lo que no cabe duda es que, sea cual sea la imagen que saque, está ante un automóvil todo diseño que rompe normas y en el que Citroën enfatiza su mejor virtud: confort y bienestar por encima de todo.

Citroën DS4
Citroën DS4

Puede que para el auténtico seguidor de la marca las siglas DS no reflejen la verdadera revolución que atesoran, pero lo que no cabe duda es que esta nueva gama de productos no deja ni dejará indiferente a nadie. Seguidas del 3, un utilitario con tintes deportivos; con el 5, un híbrido conceptual entre berlina y monovolumen —básicamente, lo que es el 3008 a Peugeot, pero con un tratamiento interior y exterior francamente cuidado—. Y con el 4, una mezcla de coupé y compacto al uso de dos volúmenes. Diseño del mejor en la casa francesa, pulido con aristas, curvas y formas complejas que delatan horas y horas de trabajo, una peculiar altura de carrocería —sobre el suelo y respecto al suelo—... Y dos accesos laterales. No quería Citroën ser igual al resto y se sale de la norma ofreciendo una peculiar alternativa al tres puertas convencional capaz de dividir la opinión en dos extremos: sí o no. Al menos nuestros sondeos no dejan lugar al gris, al término medio.

Dicen que el tres puertas «está muerto», que encarece demasiado la producción de una gama y no logran tener una alta repercusión en el mix de ventas. Pero Citroën venía de ofrecer uno con gran personalidad y éxito, una carrocería que además sumaba deportividad a la gama sin damnificar al resto de productos. Con el DS4 se vuelve a desdoblar el compacto, pero apuntando mucho más alto. Dual. Deportividad para unos, elegancia para otros. Y extravagancia, también lo hemos oído de quiénes, por cierto, no le quitaban ojo. Complemento directo al C4, añaden. Con grandes dosis de ingenio si aceptamos el producto como creemos lo ha entendido la marca. Si no, te encontrarás algo desubicado cuando uses este «coupé» como un compacto universal. Un órdago al segmento. Cuanto menos, se agradecen apuestas así de fuertes.

Sí, estaba inventado. Seat y Alfa —antes que nadie, con el 147— encubren sus carrocerías de cinco puertas ocultando hábilmente las manijas de sus dos accesos laterales traseros... Genialidades en su momento del creador De Silva. Pero Citroën riza el rizo: su carrocería coupé tiene realmente cinco puertas. Y si no lo admites así, no te dejes embaucar por su diseño. Todo parecen, entonces, ventajas. O todo lo que puede parecer una crítica empieza a cobrar justificación. De todas esas piezas que desarmarían el puzzle, una en concreto ha dividido a la redacción: sus cristales traseros son fijos, como en un coupé «de verdad». Ni se bajan ni se abaten en forma de compás, como el otro «rara avis» materializado por Hyundai, el Veloster, con diseño asimétrico de puertas —una a izquierda, dos a derecha— y pretendida imagen deportiva. Con mucho gusto, pero con inferior calidad, gama más limitada e inferior cuidado por el detalle que el recién llegado Citroën. Acceso, habitabilidad, ventajas e inconvenientes..., de todo ello nos extendemos en el apartado vida a bordo. Porque, para mayor extrañeza, este DS4 no sólo apela a formas deportivas. También al SUV en su función. Y acapara lo bueno de unos y otros en su uso diario. Sobre un C4, Citroën redefine claramente puesta a punto apuntando hacia una conducción más dinámica, aunque su carrocería se aleje claramente del suelo respecto un C4 —basta observar el espacio entre sus grandes ruedas de 18 pulgadasy las aletas—. Está claro, no pasará por donde puede llegar un SUV, pero cuánto se agradece «atacar» un bordillo sin riesgo a dejarse el paragolpes. Y qué buena solución para quienes eventualmente tienen que circular por caminos de tierra al que accede cualquier turismo normal y corriente, pero donde el DS4 aporta ese don de amortiguación que siempre ofrece Citroën.  Con todo, aún quedan más vertientes a las que Citroën no quiere renunciar, porque, de un lado, el DS4 inspira dinamismo y, de otro, refinamiento. Chasis y motores se encargan de que, en su justa medida, no falte a la cita un comportamiento que lo distinga de su hermano y unos modernos motores llenos de fuerza. Los dos HPI, deliciosos. El 1.6 e-HDi, con el mejor Stop/ Start del mercado —lástima que sólo se asocie al cambio pilotado CMP, incomparable frente a los nuevos “doble embrague”—. Y el 2.0 HDi, todo vigor. Aquí llega con más potencia oficial que en el C4, pero con la misma clase. Y con desarrollos más cortos. Una clara evidencia de lo que el DS4 persigue. Y al volante, pletórico. No faltan bajos y envidiable elasticidad. Ni fuerza a medio régimen con una capacidad de recuperación «de gigante». Y ese replanteamiento de la transmisión no sólo le sienta de cine al DS4 en la prestación mecánica, sino también en el consumo en condiciones reales: participa en trazado sinuoso con un gasto de combustible inferior al C4 2.0 HDi/150 al mostrarse insensible a la exigencia de la ruta, permitiendo ese andar entre algodones al que ya nos tienen acostumbrados los remozados HDi de última generación. Creíble el producto, aunque habrá que dar demasiadas explicaciones. Citroën se guarda un as en la manga: el diferencial con el que puede jugar en sus promociones para que C4 y DS4 no estén tan lejos.  

Entendido el concepto. Nos quedamos con el blanco… Con permiso de Seat y Alfa. Vemos y sentimos por tanto al DS4 como un verdadero coupé al que se puede acceder atrás desde dos puertas traseras. ¿Y ahora qué? Se sobreentiende, de primeras, un uso muy puntual de esas plazas porque, si estás perdido por mucho que, cómo yo, seas de los que bloquean las ventanillas traseras como el que ajusta un volante o espejo. Pero en el análisis puro y duro este nuevo concepto se deja algún que otro elemento sin pulir. Uno, el que más opiniones divide: sus ventanillas fijas. Engrandece a Seat, pero sobre todo a Alfa, verdadero precursor y, actualmente, con una preciosidad de Giulietta en este segmento. Otro, el diseño de sus puertas: aprenderemos la lección porque tarde o tempranos nos daremos con ella en el pecho, aunque afortunadamente todo su contorno está protegido por una mullida goma que, a su vez, aísla. Se ha sacrificado el tamaño de las puertas traseras para darle fuerza y solidez —en su diseño, no estructural— al montante final y la vista desde tres cuartos traseros —la más lograda—, pero el resultado final es un acceso, más que pequeño, incómodo: cuesta meter los pies y, una vez con ellos dentro, hay que seguir «salvando obstáculos » hasta llegar a verse realmente sentado. Afortunadamente, esa mayor altura de carrocería facilita algo las cosas. ¡Clonk! Lo que puede llegar a decir un simple sonido. Es una extensión más del buen ambiente interior, de la excelente presentación y calidad de materiales que ha empleado el C4, manifestado en el DS4 con algo más de lujo y glamour —hay más posibles personalizaciones, entre ellas un salpicadero íntegramente forrado en cuero—. Pero sigamos detrás. La altura no parece un problema mayor. Tampoco la anchura, mejor que muchos otros cinco puertas convencionales. Pero en sentido longitudinal apenas concede el espacio de un utilitario. Demasiado poco para casi 430 cm de carrocería. Tampoco hay salidas de ventilación, pero el climatizador parece potente. En resumidas cuentas, no se puede negar que, a puerta cerrada, el ambiente es el de un estricto coupé. Coupé que, como en todos los casos, se disfruta realmente desde las plazas principales, aquí peculiares por su cristal panorámico, con sus sólidas y bien ajustadas cortinillas horizontales, independientes para conductor y pasajero. Y coupé que no renuncia a un más que considerable maletero.

La habilidad que día a día adquiere nuestro «piloto» y el excelente estado del asfalto —a «pleno» rendimiento las primeras horas de estos calurosos días– pueden falsear un poco los datos de este DS4, que aparentemente  parece rápido en los exigentes ejercicios del INTA. No se bajará demasiado estimulado, pero reconoce algo que en la carretera abierta demuestra este DS4 cada vez que se encuentra ante más mínimo apuro: es seguro, noble y fácil de reconducir. Pero  subvira demasiado y en pista cerrada demuestra ser poco ágil. No es que le cueste seguir con su cintura al eje delantero, es que el eje delantero se empeña en abrir  excesivamente la trazada. Lo convencional, pero tal vez un poco excesivo para un coche con las pretensiones del DS, y muy probablemente, condicionado por la sobrecarga de kilos que este motor aporta sobre el eje delantero. Vuelve a demostrar nobleza en su paso por la pista de frenado, deteniéndose sin el más mínimo aspaviento del eje posterior y en unos tiempos excepcionales; Citroën sigue dando muestras de ser buen frenador. Y aquí sí, se puede agradecer un control de estabilidad tan intrusivo. Última cita antes de salir de nuevo a tráfico rodado: eslálom. Y no es el sobreelevado centro de gravedad lo que pueda pasarle factura, sino nuevamente la falta de mordiente de su tren directriz sobre el asfalto. Sobre los mismos mimbres del C4, Citroën replantea el DS4 buscando un conjunto más deportivo.  Y es salir del INTA y encontrarse en condiciones reales un coche con mayor firmeza de amortiguación y dirección, ésta a su vez algo más directa, todo ello bajo el habitual paraguas de Citroën. Filtrado y calidad de rodadura. Es mucho mejor este DS4 en refinamiento de marcha y calidad de amortiguación que en su estricta dinámica, pero lejos de esa intensa búsqueda de sus límites el DS4 responde con mucha mayor claridad de reacciones y el subviraje, claramente apreciable, sólo parece preocupante cuando se rueda a ritmos demasiado altos. Pero pese a su mayor  separación del suelo, es fácil trazar de una vez, sin correcciones en mitad de apoyos en los que se agradece, por cierto, el buen control de balanceo logrado por Citroën. Tal vez le deje frío si busca la más mínima emoción, porque este Citroën no conquista por las manos. O si la nueva denominación de la marca le hace pensar que está ante equivalentes en Renault, Seat o VW, entre otros. Pero DS4 rima con buen equilibrio y, sobre todo, con altas dosis de refinamiento y agrado de utilización, siempre con ese toque afrancesado que imprime la marca. 

Giulietta, León... e incluso Astra. Busque su silueta y no encontrará grandes diferencias conceptuales con el DS4, un complemento al C4 normal que Citroën entiende como coupé. Sólo así el DS4 cobra sentido, aunque la operación de marketing también conlleva otro condicionante: el precio, como premium que pretende ser.