Citroën 2CV

Cuando los recursos escasean y la imaginación se pone a trabajar, los resultados pueden ser sorprendentes. Este es el caso del Citroën 2 CV, diseñado para los labriegos galos y cuya genialidad se basa en una suspensión tan sencilla como efectiva, un motorcito refrigerado por aire ciertamente económico y una carrocería ligera de gran capacidad. Lo de la gente encantadora vino después.

Citroën 2CV
Citroën 2CV

Dale como si no fuese tuyo", me aconseja Ángeles al ver que estoy intentando por tercera vez fijar la media ventanilla inferior en la parte alta para que entre algo de aire. Suenan las chicharras a comienzos de agosto en La Rambla, una población alfarera de la campiña cordobesa, y el Citroën 2 CV AZL de1962 se bambolea por una carretera bacheada como si se sintiese velero en mar picada.

La tercera tentativa, a lo bestia, ha servido para que el piquito de la ventana entre en la goma. A 50 km/h en tercera nos da la sensación de ir por lo menos a ochenta por el sonido proveniente del motor. En el cuadro de instrumentación, por llamarlo de alguna manera, la aguja del amperímetro no cesa de vibrar en la zona central, flanqueada por el tirador D (démarreur) de arranque y el tirador S del estárter (S). Debajo del amperímetro y a la izquierda del mando de intermitencias, un dibujo artesanal nos recuerda el lugar de cada velocidad, con una marcha atrás en el lugar habitual de la primera y una S de superdirecta (cuarta) que sólo se puede insertar desde la tercera relación; obviamente, desde cuarta tenemos que pasar forzosa-mente a tercera. Más abajo, la centralita del sistema de climatización: una palanca que en su posición superior queda junto a la palabra deshelador, yen la inferior junto a calefacción, osea, que dirige hacia la base del parabrisas o al suelo el aire caliente que llega a través de unos tubos desde la zona de los colectores de escape.

Como vamos viendo, este 2CV se sale del sendero repleto de huellas y se aventura en el difícil camino de las soluciones prácticas, baratas y duraderas. De la misma manera que el aldeano cruza el arroyo de un salto sin necesidad de construir un puente, el Citroën 2CV convierte en superfluos numerosos elementos de la mayoría de los automóviles. Minutos antes, este paraguas con cuatro ruedas fabricado en Vigo ha arrancado a la primera, no sin antes comprobar los niveles de gasolina y aceite mediante la inmersión de sendas varillas en los respectivos fluidos. Aprovechando que el capó estaba levantado (por cierto, el tubo de sujeción de esta época es mejor que cualquiera de los posteriores), era el momento de ver de cerca sus entresijos.

Donde la mayoría de los coches llevan el radiador, el 2 CV lleva un ventilador que envía aire hacia los dos cilindros opuestos. Encima de él, la bobina de encendido manda un cable para cada bujía y el tapón de llenado del aceite hace compañía al cercano alojamiento de la varilla de nivel. Más atrás, el puchero que encierra al filtro de aire en baño de aceite y el carburador Solex CBI, provisto de un dispositivo de freno del ralentí asociado al embrague centrífugo. ¿Que qué es el embrague centrífugo? Un invento imaginativo y barato que Citroën ofreció en las berlinas 2 CV hasta el final, y en el que unos contrapesos con muelle de retroceso se encargan de desembragar en primera o marcha atrás en cuanto el motor supera las mil revoluciones por minuto. Es muy cómodo en utilización urbana y el disco del embrague dura más, pero tiene la contrapartida de que no se puede arrancar el coche a empujón. ¿Qué más hay bajo el capó y a la vista? Casi todo: el motor de arranque, la dinamo, los frenos de tambor a la salida del diferencial, las transmisiones tipo cardan, el reenvío del cambio, los tubos de calefacción ya mencionados y, en lo alto, el regulador y la batería de seis voltios. Como detalle poco frecuente, los faros se regulan en altura desde el salpicadero con un mando por cable. A los mandos de un veterano 2 CV se aprecia hasta que extremo los hombres de Citroën trabajaron a fondo para desarrollar un vehículo en el que todo está pensado para conseguir el máximo de eficacia con el mínimo de mantenimiento.Al cerrar el capó, es fácil comprender cómo consiguieron en Citroën un peso total de 539 kg en un coche de 3,78 metros de longitud: la chapa es fina, como también lo son el portamatrícula que oficia de paragolpes, las puertas o el techo de lona. Sin embargo, hay una solidez en el conjunto que sólo conocen los usuarios de estos autos. Por ejemplo, los asientos parecen unas sillas de camping algo raquíticas, pero resultan bastante más cómodos de lo cualquiera se imagine. Bien instalado en el puesto de conducción, la distancia hasta el techo es como la de un monovolumen. Todos los mandos son raros, empezando por un volante metálico, unos pedales que salen del suelo y un mando del cambio situado en el salpicadero. Con la práctica, manejar este2 CV es sencillo y tremendamente divertido, aunque en un viaje por autovía llana se alcancen medias de sólo 65 km/h y lleguen a asustar los remolinos de aire producidos por los camiones. Como en sus primeros tiempos, es en las carreteras secundarias y en los caminos de tierra donde este 2 CV se mueve a sus anchas.

Crecer sin cambiar