Volkswagen Golf 1.4 TSI frente al Golf 2.0 TDI

Volkswagen incluye en su gama Golf dos versiones de rendimiento dinámico similar pero de precio bien diferente. Tanto la versión TSI de 122 CV como el TDI de 140 CV disfrutan de prestaciones muy parecidas mientras el gasto a causa del consumo de combustible tampoco se convierte en diferencia tajante. La duda se plantea difícil de solventar.

Volkswagen Golf 1.4 TSI frente al Golf 2.0 TDI
Volkswagen Golf 1.4 TSI frente al Golf 2.0 TDI

Siendo, como ha sido hasta ahora, el modelo más vendido en Europa, la importancia del Golf para Volkswagen resulta más que obvia. La nueva generación de este compacto no sorprenderá estéticamente a los habituales amantes del Golf, que, sin duda, son muchos. Sin embargo, su frontal con reminiscencias del precioso Scirocco sí que hace volver la cabeza a algunos de los fanáticos. De salida, la gama inicial del nuevo compacto de Volkswagen es muy racional, con un abanico de potencias entre 102 y 160 CV, segmento donde se encuentra el grueso de las ventas. Sin duda, con el tiempo empezarán a gotear las versiones de mayor calado deportivo, con prestaciones y presentación extremadas, pero que, en la cuenta de resultados, dejan bien pocos números negros. De las cinco motorizaciones que ahora están en los concesionarios, tres son de gasolina, dejando claro que la conexión entre los mundos del combustible -gasolina más barata que gasóleo- y el de la industria es muy estrecha. De precio más asequible, la versión de gasolina de este Golf posee todas las virtudes de la más onerosa turbodiésel.

Con 102, 122 y 160 CV, la oferta de gasolina está perfectamente encauzada a que la demanda de este tipo de combustible vaya creciendo progresivamente en años venideros, sobre todo, porque son motores de consumo muy razonable en conducción normal y siempre que la diferencia entre los precios de los combustibles se mantengan como hasta ahora. Por su parte, dos son las opciones turbodiésel, ambas en 2 litros de cilindrada, con niveles de potencia en 110 y 140 CV. De sobra son conocidas las virtudes de este tipo de motores, pero con el conducto común, ahora la progresividad, el silencio y el aislamiento frente a las vibraciones se han optimizado, volviendo mucho más agradable la conducción de estas versiones.

Nuestros dos protagonistas se benefician del optimizado bastidor del Golf, básicamente ya excelente gracias a una preponderante suspensión trasera multibrazo, de notable poder direccional. Pero es que, además, la versión 2.0 TDI disponía del sistema de amortiguación pilotada que, mediante una tecla situada en la consola, permite elegir tres tipos distintos de reglaje: confort, automático y deportivo. El primero hace gala de su nombre, puesto que permite una absorción muy eficaz de las irregularidades y, aunque aumenta algo el balanceo de la carrocería en curvas, no convierte al Golf en una coctelera. Además, con esta selección, el coche se defiende ya de manera excelente en cualquier situación. Por su parte, la posición automática endurece el reglaje de amortiguación, ya permitiendo un nivel alto de eficacia en zonas de carretera retorcida, que se pueden equiparar a las posibilidades máximas de rivales con eje trasero semiindependiente. Eligiendo la posición "Sport", este turbodiésel se enfrenta con éxito a las versiones más deportivas de la competencia, con tremenda instantaneidad en el cambio de trayectoria y en la inserción en curva o cambio de apoyo. Su velocidad de paso por curva es impresionante, aunque no hay que dejarse engañar por un velocímetro con más del 5 por ciento de error por exceso a velocidades medias y que, curiosamente, se vuelve más preciso conforme la aumentamos. La nueva generación TDI de conducto común suaviza su respuesta y modera los excesivos ímpetus de su antecesor de inyector/bomba. Su hermano TSI se enfrenta a la carretera con una selección de reglajes de elasticidad de suspensión y amortiguación de esmerado equilibrio. Favorecido por unos neumáticos de perfil más alto, este 122 CV es una delicia para conducir por todos aquéllos que no se obsesiones con la deportividad, porque el equilibrio entre los trenes sigue siendo magnífico, sin atisbo de subviraje, mientras que la comodidad de marcha es excelente. Enfrentados ambos, la versión de gasolina se defiende muy bien y sólo se dejaría batir por su hermano con la suspensión del TDI en modo deportivo.

Potencia suficiente

Siendo, como ha sido hasta ahora, el modelo más vendido en Europa, la importancia del Golf para Volkswagen resulta más que obvia. La nueva generación de este compacto no sorprenderá estéticamente a los habituales amantes del Golf, que, sin duda, son muchos. Sin embargo, su frontal con reminiscencias del precioso Scirocco sí que hace volver la cabeza a algunos de los fanáticos. De salida, la gama inicial del nuevo compacto de Volkswagen es muy racional, con un abanico de potencias entre 102 y 160 CV, segmento donde se encuentra el grueso de las ventas. Sin duda, con el tiempo empezarán a gotear las versiones de mayor calado deportivo, con prestaciones y presentación extremadas, pero que, en la cuenta de resultados, dejan bien pocos números negros. De las cinco motorizaciones que ahora están en los concesionarios, tres son de gasolina, dejando claro que la conexión entre los mundos del combustible -gasolina más barata que gasóleo- y el de la industria es muy estrecha. De precio más asequible, la versión de gasolina de este Golf posee todas las virtudes de la más onerosa turbodiésel.

Con 102, 122 y 160 CV, la oferta de gasolina está perfectamente encauzada a que la demanda de este tipo de combustible vaya creciendo progresivamente en años venideros, sobre todo, porque son motores de consumo muy razonable en conducción normal y siempre que la diferencia entre los precios de los combustibles se mantengan como hasta ahora. Por su parte, dos son las opciones turbodiésel, ambas en 2 litros de cilindrada, con niveles de potencia en 110 y 140 CV. De sobra son conocidas las virtudes de este tipo de motores, pero con el conducto común, ahora la progresividad, el silencio y el aislamiento frente a las vibraciones se han optimizado, volviendo mucho más agradable la conducción de estas versiones.

Nuestros dos protagonistas se benefician del optimizado bastidor del Golf, básicamente ya excelente gracias a una preponderante suspensión trasera multibrazo, de notable poder direccional. Pero es que, además, la versión 2.0 TDI disponía del sistema de amortiguación pilotada que, mediante una tecla situada en la consola, permite elegir tres tipos distintos de reglaje: confort, automático y deportivo. El primero hace gala de su nombre, puesto que permite una absorción muy eficaz de las irregularidades y, aunque aumenta algo el balanceo de la carrocería en curvas, no convierte al Golf en una coctelera. Además, con esta selección, el coche se defiende ya de manera excelente en cualquier situación. Por su parte, la posición automática endurece el reglaje de amortiguación, ya permitiendo un nivel alto de eficacia en zonas de carretera retorcida, que se pueden equiparar a las posibilidades máximas de rivales con eje trasero semiindependiente. Eligiendo la posición "Sport", este turbodiésel se enfrenta con éxito a las versiones más deportivas de la competencia, con tremenda instantaneidad en el cambio de trayectoria y en la inserción en curva o cambio de apoyo. Su velocidad de paso por curva es impresionante, aunque no hay que dejarse engañar por un velocímetro con más del 5 por ciento de error por exceso a velocidades medias y que, curiosamente, se vuelve más preciso conforme la aumentamos. La nueva generación TDI de conducto común suaviza su respuesta y modera los excesivos ímpetus de su antecesor de inyector/bomba. Su hermano TSI se enfrenta a la carretera con una selección de reglajes de elasticidad de suspensión y amortiguación de esmerado equilibrio. Favorecido por unos neumáticos de perfil más alto, este 122 CV es una delicia para conducir por todos aquéllos que no se obsesiones con la deportividad, porque el equilibrio entre los trenes sigue siendo magnífico, sin atisbo de subviraje, mientras que la comodidad de marcha es excelente. Enfrentados ambos, la versión de gasolina se defiende muy bien y sólo se dejaría batir por su hermano con la suspensión del TDI en modo deportivo.

Potencia suficiente

Siendo, como ha sido hasta ahora, el modelo más vendido en Europa, la importancia del Golf para Volkswagen resulta más que obvia. La nueva generación de este compacto no sorprenderá estéticamente a los habituales amantes del Golf, que, sin duda, son muchos. Sin embargo, su frontal con reminiscencias del precioso Scirocco sí que hace volver la cabeza a algunos de los fanáticos. De salida, la gama inicial del nuevo compacto de Volkswagen es muy racional, con un abanico de potencias entre 102 y 160 CV, segmento donde se encuentra el grueso de las ventas. Sin duda, con el tiempo empezarán a gotear las versiones de mayor calado deportivo, con prestaciones y presentación extremadas, pero que, en la cuenta de resultados, dejan bien pocos números negros. De las cinco motorizaciones que ahora están en los concesionarios, tres son de gasolina, dejando claro que la conexión entre los mundos del combustible -gasolina más barata que gasóleo- y el de la industria es muy estrecha. De precio más asequible, la versión de gasolina de este Golf posee todas las virtudes de la más onerosa turbodiésel.

Con 102, 122 y 160 CV, la oferta de gasolina está perfectamente encauzada a que la demanda de este tipo de combustible vaya creciendo progresivamente en años venideros, sobre todo, porque son motores de consumo muy razonable en conducción normal y siempre que la diferencia entre los precios de los combustibles se mantengan como hasta ahora. Por su parte, dos son las opciones turbodiésel, ambas en 2 litros de cilindrada, con niveles de potencia en 110 y 140 CV. De sobra son conocidas las virtudes de este tipo de motores, pero con el conducto común, ahora la progresividad, el silencio y el aislamiento frente a las vibraciones se han optimizado, volviendo mucho más agradable la conducción de estas versiones.

Nuestros dos protagonistas se benefician del optimizado bastidor del Golf, básicamente ya excelente gracias a una preponderante suspensión trasera multibrazo, de notable poder direccional. Pero es que, además, la versión 2.0 TDI disponía del sistema de amortiguación pilotada que, mediante una tecla situada en la consola, permite elegir tres tipos distintos de reglaje: confort, automático y deportivo. El primero hace gala de su nombre, puesto que permite una absorción muy eficaz de las irregularidades y, aunque aumenta algo el balanceo de la carrocería en curvas, no convierte al Golf en una coctelera. Además, con esta selección, el coche se defiende ya de manera excelente en cualquier situación. Por su parte, la posición automática endurece el reglaje de amortiguación, ya permitiendo un nivel alto de eficacia en zonas de carretera retorcida, que se pueden equiparar a las posibilidades máximas de rivales con eje trasero semiindependiente. Eligiendo la posición "Sport", este turbodiésel se enfrenta con éxito a las versiones más deportivas de la competencia, con tremenda instantaneidad en el cambio de trayectoria y en la inserción en curva o cambio de apoyo. Su velocidad de paso por curva es impresionante, aunque no hay que dejarse engañar por un velocímetro con más del 5 por ciento de error por exceso a velocidades medias y que, curiosamente, se vuelve más preciso conforme la aumentamos. La nueva generación TDI de conducto común suaviza su respuesta y modera los excesivos ímpetus de su antecesor de inyector/bomba. Su hermano TSI se enfrenta a la carretera con una selección de reglajes de elasticidad de suspensión y amortiguación de esmerado equilibrio. Favorecido por unos neumáticos de perfil más alto, este 122 CV es una delicia para conducir por todos aquéllos que no se obsesiones con la deportividad, porque el equilibrio entre los trenes sigue siendo magnífico, sin atisbo de subviraje, mientras que la comodidad de marcha es excelente. Enfrentados ambos, la versión de gasolina se defiende muy bien y sólo se dejaría batir por su hermano con la suspensión del TDI en modo deportivo.

Potencia suficiente

Siendo, como ha sido hasta ahora, el modelo más vendido en Europa, la importancia del Golf para Volkswagen resulta más que obvia. La nueva generación de este compacto no sorprenderá estéticamente a los habituales amantes del Golf, que, sin duda, son muchos. Sin embargo, su frontal con reminiscencias del precioso Scirocco sí que hace volver la cabeza a algunos de los fanáticos. De salida, la gama inicial del nuevo compacto de Volkswagen es muy racional, con un abanico de potencias entre 102 y 160 CV, segmento donde se encuentra el grueso de las ventas. Sin duda, con el tiempo empezarán a gotear las versiones de mayor calado deportivo, con prestaciones y presentación extremadas, pero que, en la cuenta de resultados, dejan bien pocos números negros. De las cinco motorizaciones que ahora están en los concesionarios, tres son de gasolina, dejando claro que la conexión entre los mundos del combustible -gasolina más barata que gasóleo- y el de la industria es muy estrecha. De precio más asequible, la versión de gasolina de este Golf posee todas las virtudes de la más onerosa turbodiésel.

Con 102, 122 y 160 CV, la oferta de gasolina está perfectamente encauzada a que la demanda de este tipo de combustible vaya creciendo progresivamente en años venideros, sobre todo, porque son motores de consumo muy razonable en conducción normal y siempre que la diferencia entre los precios de los combustibles se mantengan como hasta ahora. Por su parte, dos son las opciones turbodiésel, ambas en 2 litros de cilindrada, con niveles de potencia en 110 y 140 CV. De sobra son conocidas las virtudes de este tipo de motores, pero con el conducto común, ahora la progresividad, el silencio y el aislamiento frente a las vibraciones se han optimizado, volviendo mucho más agradable la conducción de estas versiones.

Nuestros dos protagonistas se benefician del optimizado bastidor del Golf, básicamente ya excelente gracias a una preponderante suspensión trasera multibrazo, de notable poder direccional. Pero es que, además, la versión 2.0 TDI disponía del sistema de amortiguación pilotada que, mediante una tecla situada en la consola, permite elegir tres tipos distintos de reglaje: confort, automático y deportivo. El primero hace gala de su nombre, puesto que permite una absorción muy eficaz de las irregularidades y, aunque aumenta algo el balanceo de la carrocería en curvas, no convierte al Golf en una coctelera. Además, con esta selección, el coche se defiende ya de manera excelente en cualquier situación. Por su parte, la posición automática endurece el reglaje de amortiguación, ya permitiendo un nivel alto de eficacia en zonas de carretera retorcida, que se pueden equiparar a las posibilidades máximas de rivales con eje trasero semiindependiente. Eligiendo la posición "Sport", este turbodiésel se enfrenta con éxito a las versiones más deportivas de la competencia, con tremenda instantaneidad en el cambio de trayectoria y en la inserción en curva o cambio de apoyo. Su velocidad de paso por curva es impresionante, aunque no hay que dejarse engañar por un velocímetro con más del 5 por ciento de error por exceso a velocidades medias y que, curiosamente, se vuelve más preciso conforme la aumentamos. La nueva generación TDI de conducto común suaviza su respuesta y modera los excesivos ímpetus de su antecesor de inyector/bomba. Su hermano TSI se enfrenta a la carretera con una selección de reglajes de elasticidad de suspensión y amortiguación de esmerado equilibrio. Favorecido por unos neumáticos de perfil más alto, este 122 CV es una delicia para conducir por todos aquéllos que no se obsesiones con la deportividad, porque el equilibrio entre los trenes sigue siendo magnífico, sin atisbo de subviraje, mientras que la comodidad de marcha es excelente. Enfrentados ambos, la versión de gasolina se defiende muy bien y sólo se dejaría batir por su hermano con la suspensión del TDI en modo deportivo.

Potencia suficiente