Seat Toledo 1.9 TDI DSG

No tiene pretensiones prestacionales, pero con el alabado cambio DSG de doble embrague y un discreto pero voluntarioso motor, esta versión brilla por comodidad, suavidad y eficacia.

Seat Toledo 1.9 TDI DSG
Seat Toledo 1.9 TDI DSG

Si el Toledo ya era bueno y relativamente barato —que no bonito—, la caja de cambios DSG no hace sino realzar sus virtudes mejorando aún más su conducción. Hasta hace poco la transmisión DSG sólo estaba disponible para el motor 2.0 TDI de 140 CV y, como alternativa al cambio manual, también se ofrece uno automático tradicional, con convertidor de par, para el gasolina 2.0 FSI Tiptronic, de 150 CV. Quienes no necesiten tantas prestaciones, pero quieran beneficiarse de las ventajas del cambio DSG, tienen ahora la posibilidad de equiparlo junto con el ya algo veterano, pero aún en magnífica forma, motor 1.9 TDI de 105 CV. Es una combinación que también se ofrece en los Altea, Altea XL y León.Como opción, el cambio DSG va asociado irremediablemente al completo acabado Stylance —unos 1.900 euros más caro que el Reference—, que cuenta con un notable nivel de equipamiento, además, con el DSG se añade filtro de partículas Diesel y una marcha adicional, para sumar un total de seis. El incremento de precio respecto al manual con la misma terminación es de 1.840 euros adicionales, sin duda la única pega de esta configuración, y lo que hará dudar a más de uno sobre su adquisición, que, cuestiones económicas al margen, es plenamente recomendable.El propulsor resulta algo más ruidoso de lo deseable al ralentí, a medio y alto régimen, así como en fases de aceleración. Sin embargo, su funcionamiento es muy agradable, con fuerza en toda la banda de revoluciones y con muy buena respuesta y capacidad para subir de vueltas desde abajo. En la zona de máximo rendimiento, que es en una amplia franja en torno a 2.000 rpm, es donde hay menos vibraciones, asperezas y ruido mecánico, y la caja DSG en modo automático suele aprovechar dicha zona del motor. Al no ser demasiado potente se evitan también puntuales tirones del cambio, que funciona más suavemente con esta motorización que con otras. Las cuatro primeras marchas son bastante cortas, de hecho en 3ª no llega a 100 km/h, y hay un salto importante entre 4ª y 5ª, aunque el elevado par se encarga de mover los desarrollos sin desfallecer. No puede llevar levas en el volante, pero en modo manual basta con empujar la palanca hacia delante o hacia atrás, para subir inmediatamente de marcha, o para reducir. Unas 200 vueltas antes de llegar la zona roja (4.600 rpm) automáticamente se pasa a la siguiente velocidad. En caso de hundir el pie derecho hasta el fondo, presionando el botón de “kick-down" que hay al final del recorrido del acelerador, la electrónica vuelve a tomar el control y se encarga de reducir en busca de la máxima aceleración.La dirección es bastante directa y de tacto muy agradable y el comportamiento está a muy buen nivel, incluso rozando lo deportivo. Sobre firme algo deslizante, por ejemplo, asfalto pulimentado del uso, es donde mejor se nota la buena puesta a punto del bastidor, que se muestra muy eficaz y equilibrado, incluso ligeramente sobrevirador cuando se requiere una dosis extra de agilidad, o si se realiza una conducción con tintes deportivos, ya que el eje trasero es participativo y en situaciones complicadas ayuda a redondear los giros. Es la discreta potencia del motor la que suele poner los límites, y también el control de estabilidad —desconectable—, que corta cualquier atisbo de desmande, pero sin ser demasiado intrusivo. El cambio DSG casa a la perfección con esta personalidad, ya que permite un ritmo totalmente relajado, o todo lo contrario. La buena armonía dinámica sólo se rompe en situaciones extremas, circulando rápido sobre carreteras reviradas de piso irregular y bacheado, en las que se produce excesivo movimiento de la carrocería y el ESP se ve obligado a trabajar más de lo normal, provocando alguna brusquedad, pero no es criticable si tenemos en cuenta las características del Toledo, que siendo tan alto es capaz de ofrecer un gran nivel de confort y, al mismo tiempo, de eficacia. La frenada es impecable.La postura de conducción, que goza de todo nuestro beneplácito en el León, resulta algo mejorable en el Toledo. No es mala, pero es más del estilo de un monovolumen. Al ir más elevados, la columna de la dirección es más vertical y el volante —a pesar de ser regulable en altura y profundidad— queda demasiado inclinado; con los pedales ocurre algo parecido, pues no acaban de estar a la distancia perfecta, ya que hay que acercarse demasiado a ellos para alcanzar el volante correctamente, de modo que es fácil rozar el borde de la consola central con la rodilla. Otra pega es el montante delantero, muy ancho, por lo que perjudica la visibilidad en curvas, pasos de cebra o al doblar esquinas. En cuanto a modularidad, los asientos traseros deslizan longitudinalmente y sus respaldos se pueden ajustar en múltiples posiciones, aunque las banquetas no se pliegan.En definitiva, y obviando el siempre complicado tema del diseño, este modelo es una opción muy acertada, sobre todo si tenemos en cuenta los descuentos que suele ofrecer la marca para el Toledo.— Cambio suave y eficaz
— Equipamiento
— Equipamiento— Motor algo ruidoso
— Rueda de emergencia
— Sólo con acabado Stylance