Saab 9-3 1.9 TTid

Toda una sorpresa ha supuesto la incorporación de una nueva mecánica Diesel de doble turbo a la berlina sueca. Altas prestaciones, poco consumo y un notable agrado de utilización son sus mejores virtudes.

Saab 9-3 1.9 TTid
Saab 9-3 1.9 TTid

La calidad de los materiales del habitáculo es muy buena, así como los ajustes, aunque aguzando el oído se puede apreciar algún ruidito poco evidente proveniente de la parte posterior al circular por zonas de asfalto muy deteriorado. Por el contrario, hay detalles de su diseño que ya se ven algo antiguos, como es el caso de las salidas de ventilación o el salpicadero. En su favor hay que decir que mantiene la personalidad característica de la marca sueca, así como un ambiente interior distinguido, sobre todo en este acabado Aero. No falta tapicería mixta de cuero y tela, así como inserciones de aluminio en las puertas, en la consola y en el volante, aunque las de este último son simplemente de plástico plateado. La opción del navegador aporta un toque de exclusividad extra, pero por él hay que pagar aproximadamente 3.200 euros. Cuenta con una amplia pantalla táctil de manejo intuitivo, además añade a la lista de equipamiento un sistema de control por voz para ciertas funciones, que se maneja con un pulsador del volante. Curiosamente, el sensor de lluvia para que se active el limpiaparabrisas de forma automática es opcional, algo que no es de recibo en un coche de esta categoría. También es criticable que no esté disponible el encendido automático de los faros, que son bi-xenón, de excelente rendimiento, con luces largas apoyadas por bombillas halógenas y, opcionalmente, haz variable en función del giro. También puede llevar sensor de presión de inflado de los neumáticos, pero sólo si se adquieren llantas de 18" (unos 700 euros), en lugar de las de serie, que son de 17". Las plazas delanteras son espaciosas y los asientos envuelven bien el cuerpo para lograr una postura de conducción cómoda. No se echa de menos ningún reglaje y rápidamente se consigue una posición correcta, aunque quizá el volante resulte un poco voluminoso por diámetro. La palanca de cambios es de recorridos algo largos pero, como ocurre con el resto de mandos, tiene un tacto agradable y las marchas se insertan con suavidad. Únicamente el de los intermitentes está por debajo de lo que cabría esperar por los conductores más críticos, ya que su accionamiento y su sonido seco están poco logrados. Un detalle muy práctico y que facilita las maniobras de aparcamiento es, junto con el sensor de proximidad de serie, el botón que hay para que el espejo retrovisor derecho apunte hacia abajo y cierre su ángulo, de modo que se mejora la visibilidad de objetos cercanos y bordillos. El maletero, con una rueda de repuesto de emergencia alojada bajo su piso, es más que decente, y en la parte posterior del habitáculo hay suficiente anchura para tres ocupantes, si bien el espacio para las piernas es bastante discreto en comparación con otras berlinas. En resumidas cuentas, el 9-3 es un coche agradable para el día a día y al que no cuesta nada acostumbrarse, ya que sus pequeños defectos se ven compensados por otras virtudes, de las que cabe destacar un motor de referencia. — Motor
— Agrado de conducción
— Imagen personal— Habitabilidad trasera
— Nivel sonoro
— Suspensión algo dura

Energía renovada
La suspensión se nota un poco dura, sobre todo al pasar por algunos baches a baja velocidad. Teniendo en cuenta que se trata del acabado deportivo Aero con tarados más firmes y mayores pretensiones dinámicas, se puede perdonar, a pesar de que luego no se consigue una eficacia extrema en determinadas situaciones complicadas, fundamentalmente en los cambios de apoyo bruscos, donde la carrocería puede sentirse poco sujeta. Por otro lado, destaca el grado de agarre en curva y unas reacciones bastante seguras, así como un eficaz y poco intrusivo control electrónico de estabilidad, que es capaz de frenar varias ruedas al mismo tiempo para evitar que el coche pierda la compostura. Una dirección rápida y un tren trasero receptivo a los cambios de masas ponen de su parte para lograr una conducción ágil, aunque de sensaciones muy filtradas, pues la dirección, pese a su agradable tacto —sobre todo a velocidades reducidas— apenas informa de lo que ocurre bajo las ruedas. Lo bueno es que difícilmente se producen tirones en el volante al acelerar, y eso que, con casi 192 CV medidos en nuestro banco, el tren delantero debe esforzarse para transmitir al suelo tanta fuerza. No obstante, a pesar de que la entrega de potencia es muy noble, en ocasiones se agradecen las intervenciones del control de tracción, que no corta gas sino que actúa únicamente sobre los frenos; se puede desconectar, junto con el ESP, a través de un menú de configuración al que se accede mediante las teclas del ordenador de viaje situadas en el volante. La frenada es muy estable y eficaz, ya que el coche se detiene en pocos metros sin movimientos parásitos, aunque si exprimimos las posibilidades del motor en zonas reviradas pueden llegar a fatigarse los frenos.La calidad de los materiales del habitáculo es muy buena, así como los ajustes, aunque aguzando el oído se puede apreciar algún ruidito poco evidente proveniente de la parte posterior al circular por zonas de asfalto muy deteriorado. Por el contrario, hay detalles de su diseño que ya se ven algo antiguos, como es el caso de las salidas de ventilación o el salpicadero. En su favor hay que decir que mantiene la personalidad característica de la marca sueca, así como un ambiente interior distinguido, sobre todo en este acabado Aero. No falta tapicería mixta de cuero y tela, así como inserciones de aluminio en las puertas, en la consola y en el volante, aunque las de este último son simplemente de plástico plateado. La opción del navegador aporta un toque de exclusividad extra, pero por él hay que pagar aproximadamente 3.200 euros. Cuenta con una amplia pantalla táctil de manejo intuitivo, además añade a la lista de equipamiento un sistema de control por voz para ciertas funciones, que se maneja con un pulsador del volante. Curiosamente, el sensor de lluvia para que se active el limpiaparabrisas de forma automática es opcional, algo que no es de recibo en un coche de esta categoría. También es criticable que no esté disponible el encendido automático de los faros, que son bi-xenón, de excelente rendimiento, con luces largas apoyadas por bombillas halógenas y, opcionalmente, haz variable en función del giro. También puede llevar sensor de presión de inflado de los neumáticos, pero sólo si se adquieren llantas de 18" (unos 700 euros), en lugar de las de serie, que son de 17". Las plazas delanteras son espaciosas y los asientos envuelven bien el cuerpo para lograr una postura de conducción cómoda. No se echa de menos ningún reglaje y rápidamente se consigue una posición correcta, aunque quizá el volante resulte un poco voluminoso por diámetro. La palanca de cambios es de recorridos algo largos pero, como ocurre con el resto de mandos, tiene un tacto agradable y las marchas se insertan con suavidad. Únicamente el de los intermitentes está por debajo de lo que cabría esperar por los conductores más críticos, ya que su accionamiento y su sonido seco están poco logrados. Un detalle muy práctico y que facilita las maniobras de aparcamiento es, junto con el sensor de proximidad de serie, el botón que hay para que el espejo retrovisor derecho apunte hacia abajo y cierre su ángulo, de modo que se mejora la visibilidad de objetos cercanos y bordillos. El maletero, con una rueda de repuesto de emergencia alojada bajo su piso, es más que decente, y en la parte posterior del habitáculo hay suficiente anchura para tres ocupantes, si bien el espacio para las piernas es bastante discreto en comparación con otras berlinas. En resumidas cuentas, el 9-3 es un coche agradable para el día a día y al que no cuesta nada acostumbrarse, ya que sus pequeños defectos se ven compensados por otras virtudes, de las que cabe destacar un motor de referencia. — Motor
— Agrado de conducción
— Imagen personal— Habitabilidad trasera
— Nivel sonoro
— Suspensión algo dura
Energía renovada
La suspensión se nota un poco dura, sobre todo al pasar por algunos baches a baja velocidad. Teniendo en cuenta que se trata del acabado deportivo Aero con tarados más firmes y mayores pretensiones dinámicas, se puede perdonar, a pesar de que luego no se consigue una eficacia extrema en determinadas situaciones complicadas, fundamentalmente en los cambios de apoyo bruscos, donde la carrocería puede sentirse poco sujeta. Por otro lado, destaca el grado de agarre en curva y unas reacciones bastante seguras, así como un eficaz y poco intrusivo control electrónico de estabilidad, que es capaz de frenar varias ruedas al mismo tiempo para evitar que el coche pierda la compostura. Una dirección rápida y un tren trasero receptivo a los cambios de masas ponen de su parte para lograr una conducción ágil, aunque de sensaciones muy filtradas, pues la dirección, pese a su agradable tacto —sobre todo a velocidades reducidas— apenas informa de lo que ocurre bajo las ruedas. Lo bueno es que difícilmente se producen tirones en el volante al acelerar, y eso que, con casi 192 CV medidos en nuestro banco, el tren delantero debe esforzarse para transmitir al suelo tanta fuerza. No obstante, a pesar de que la entrega de potencia es muy noble, en ocasiones se agradecen las intervenciones del control de tracción, que no corta gas sino que actúa únicamente sobre los frenos; se puede desconectar, junto con el ESP, a través de un menú de configuración al que se accede mediante las teclas del ordenador de viaje situadas en el volante. La frenada es muy estable y eficaz, ya que el coche se detiene en pocos metros sin movimientos parásitos, aunque si exprimimos las posibilidades del motor en zonas reviradas pueden llegar a fatigarse los frenos.