Los motores de
Su sonido y refinamiento están a la altura de otros dCi del fabricante francés y, respecto a su agrado de uso, hay que renunciar a la solvencia desde prácticamente el ralentí a la que nos han acostumbrado otras mecánicas de última generación, sin ir más lejos el 1.9 dCi de 130 CV al que sustituye. En este caso los bajos son algo débiles, ya que el grueso de su potencia se hace esperar hasta unas 1.700-2.000 vueltas, y su generosa contundencia una vez alcanzado dicho régimen es en parte responsable, debido al contraste, de incrementar la sensación de que por debajo hay poco empuje. Superado dicho régimen es un motor muy prestacional, con respuesta muy inmediata y buena capacidad para estirar hasta 4.000 vueltas sin pereza alguna, haciendo de este Renault Mégane un coche muy dinámico si nos lo proponemos. Por otro lado, incluso realizando una conducción rápida, el consumo se mantiene a unos niveles muy contenidos.
BUENAS MANERAS. La puesta a punto del bastidor acompaña al destacable rendimiento mecánico. Dirección relativamente incisiva y cambios de apoyo bastante rápidos gracias a una carrocería muy sujeta se combinan con un alto margen de agarre que permite un paso por curva muy ágil. El Renault Mégane se encuentra a gusto en trazados sinuosos, es reactivo a nuestras órdenes, predecible y con un comportamiento que da confianza, lo que invita a subir el ritmo y a exprimir su motor en busca de diversión al volante, cosa que el ESP, no desconectable por encima de
Es un coche que gustará a quienes busquen dinamismo, sin embargo el confort de uso queda ligeramente empañado por el accionamiento de algún mando. Hablamos del cambio, concretamente del embrague, ya que su poco tacto y su retorno, más duro de lo que nos gustaría, dificulta su perfecta dosificación en arrancadas, de modo que muchas veces aceleramos más de la cuenta. Por lo demás, y salvo porque el espacio para las plazas traseras no es de los más amplios de su segmento, es un coche que cuida a sus pasajeros —sobre todo al conductor— con un alto nivel de equipamiento, ya que el motor 1.6 dCi sólo está disponible en combinación con los dos acabados superiores, Dynamique y Privilège. De ellos, nuestra unidad incorporaba el segundo, en el que prácticamente todo es de serie. Como novedad, está dotado de dispositivo Visio System, que consiste en una cámara ubicada en el parabrisas, por delante del retrovisor interior, que posibilita las funciones de luces largas automáticas y el aviso de salida involuntaria de carril. Más interesante es el navegador, que muestra detallada información de tráfico en tiempo real, calcula el tiempo que nos hará perder un atasco y brinda rutas alternativas, o la cámara de marcha atrás. Tampoco faltan climatizador bizona con recirculación automática y sensor de calidad del aire, ni la ya conocida tarjeta "manos libres" de apertura de puertas y arranque sin llave. Esta última hace que el coche se apague si abrimos la puerta y nos bajamos una vez que el sistema Stop/Start ha detenido el motor, lo que nos evita, tras aparcar, tener que preocuparnos de pulsar el botón de arranque/parada. Todos estos pequeños detalles hacen la vida a bordo más fácil.
En definitiva, es un modelo que tiene todos los elementos necesarios para gustar, y su agrado de uso crece a medida que lo usas y te acostumbras a él, a pesar de la mencionada forma de entregar la potencia, tan contundente una vez que el turbo comienza a soplar con fuerza que puede dejar en evidencia a unos bajos no tan satisfactorios. En cualquier caso, nada de especial importancia dada su contenida cilindrada. Quizá la postura de conducción sea más criticable, pues cuesta encontrar una regulación del asiento en relación a los pedales y al volante que encaje con las preferencias de todo el mundo, aunque al final se consigue un buen compromiso. Estamos ante uno de los Mégane más equilibrados de su gama, un modelo a tener en cuenta cuyo motor dará que hablar.
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