Porsche Panamera S PDK

Adiós a ese comportamiento nervioso, a esa divertidísima sensación de llevar al agua al cuello, a esos preciosos sonidos a motor bóxer y a esa agilidad peculiar que le caracteriza. Has picado el anzuelo y has caído en el Panamera… Bienvenido al lujo exquisito, a la dulce entrega del V8 atmosférico que montan las versiones S y a su disciplinado comportamiento en carretera.

Porsche Panamera S PDK
Porsche Panamera S PDK
Pero es un auténtico Porsche —sus frenos le delatan—. Sabiamente, la marca ha apostado por el frontal del 911 como sello característico del Panamera, así como claras reminiscencias en al zaga del más mítico coche de la casa, aunque con casi cinco metros de longitud entre extremos el resultado es… Juzguen ustedes. Para gustos, los colores. Eso sí, es un coche aparatoso de conducir en ciudad en parte por sus dimensiones, y en parte porque, al ir sentado como en un auténtico deportivo —prácticamente, al ras del suelo— no se controla debidamente todo su perímetro. Cinco metros, cinco puertas, cuatro plazas. No existe una configuración igual. El todoterreno Cayenne sigue siendo el coche más práctico de la gama: una plaza más, más maletero y además es más barato. Pero no es lo mismo. Vale que el Panamera no es un 911. Su comportamiento mezcla a la perfección lo mejor de una berlina de lujo y lo mejor de un superdeportito de élite. Y ante semejantes mezcolanzas, algo se pierde en el camino, aunque es justo reconocer que el Panamera se especializa más en la parte dinámica que en la turística. Más que grande, gigante. Las plazas traseras nada tienen que envidar a las delanteras —bueno sí, ¿dónde está el volante?— aunque entrar no es fácil: hay que doblar demasiado la espalda, no hay mucho hueco para introducir los pies y, por último, hay que tirarse literalmente. Una vez dentro, el ambiente es digno de un coche de lujo, aunque hay mucho de deportivo, como por ejemplo, el elevado ruido procedente del efecto de rodadura. Anchura, altura o espacio para las piernas, de limusina. También aquí hay opciones por doquier: asientos totalmente eléctricos con regulaciones individuales, climatizador de cuatro zonas, un equipo de entretenimiento con pantallas en los reposacabezas delanteros. Nadie ofrecer una configuración estándar tan idílica para “conducir" desde atrás: sus asientos parecen verdaderas backets por su diseño y sujeción y también muchas de las sensaciones de conducción transcienden, para bien o para mal, a los pasajeros. Delante… Tómense su tiempo. Auténtico Porsche: se arranque introduciendo la llave a la izquierda del volante. Al centro, botones y más botones, cada uno con una función clara y definida, aunque en un principio cuesta memorizarlos. En opción se pueden añadir muchos más. Entre ellos, cabe destacar una línea de escape deportiva para cambiar la acústica del motor a toque de botón, aunque sólo es perceptible cuando el motor trabaja a bajo régimen. La suspensión neumática opcional tienes sus posibles ajustes de dureza y altura, más otro adicional —el más radical de todos— en caso de haber montado el paquete Chrono Sport. Un giro a la llave... Y no, no es la música celestial de los propulsores empleados por el 911, aunque en ese primer instante también enamora. El cambio PDK de 7 relaciones es otra de los posibles complementos que se pueden sacar de la lista de opciones y, posiblemente, la mejor inversión —viene de serie en el Panamera 4S—. Su actuación se resume en tres palabras: rápido, suave y eficaz. Viene asociado al dispositivo de arranque autoStop&Start, aunque un impuso irresistible acabará inhibiendo el sistema para seguir escuchando el motor cuando el Panamera se detiene. Lo cierto y verdad es que el dispositivo AutoStop&Start, aunque eficiente desde el punto de vista energético, no parece estar del todo afinado, resultando algo errático cuando se arranca en pendiente e impidiendo también salidas fulgurantes desde parado. Pero aporta su grano de arena en materia ecológica. El 4.8 DFi, con inyección directa de gasolina, variador de fase en los árboles de admisión y escape y VariocamPlus en admisión es un prodigio de suavidad y refinamiento. 1.900 kilos, 400 CV. Valga una referencia para los amantes de los fríos datos: no le dará fácilmente la espalda a un VW Golf R, con sus 270 CV, firmando unos registros de aceleración y recuperación bastante similares. Tampoco se puede decir que el Panamera sea lento. Hacia 4.000 rpm el motor descubre un tono más agudo, manifestando un drástico cambio en el cruce de la distribución. Tal vez sea ese uno de los momentos más emocionantes que podremos encontrar en este dulce motor. El otro, sus consumos: 12,4 l/100 km de media medidos por nuestro Centro Técnico, incluyendo la rigurosa ciudad, no está nada mal para automóvil de semejante calibre. Sobra decir que el comportamiento es su verdadero punto fuerte. No hay nada que pueda ser tan efectivo y, al mismo tiempo, tan razonablemente confortable. Y si lo hubiera, seguro que no frenaría igual. La suspensión de muelle roza lo exquisito en las dos vertientes, pero la neumática opcional resulta insuperable, muy especialmente si se tiene previsto realizar una conducción deportiva con Panamera: basta pasar al modo Sport1 para gozar de una firmeza que minimiza el cabeceo e impide balanceo alguno. Aunque la velocidad de paso por curva corta el hipo, lo verdaderamente sorprendente del Panamera es su facilidad de conducción. Apenas hay retardo a las órdenes indicadas y la zaga, por más que insistamos con el pedal derecho, difícilmente llegaría a colapsarnos, salvo errores de bulto, aunque el control de estabilidad queda latente. En resumidas cuentas, un verdadero Porsche por su imagen, rendimiento y efectividad, aunque ese punto de emoción que aporta la marca habrá que seguir buscándolo en el Cayman, el 911… O el Panamera Turbo. Eso sí que son palabras mayores.