El Nissan Cube es una escultura rodante. Y por eso lleva años siendo centro de atención en el mercado japonés, más allá de si es un buen coche o por su fiabilidad. Es tan amplio como atípico, porque ofrece mucho espacio hacia arriba. Lleva desde principios de 2010 en España y demuestra que, si te gusta que te miren, no hace falta que llegues en un Ferrari.
Una cosa es haber visto el Cube en fotos, haberlo tocado en un Salón mientras piensas ‘qué cosas tienen los japoneses’ y otra bien distinta salir a la calle con otro Nissan lleno de personalidad. El Cube invita a la comunicación, pero no sólo a los que van dentro, también a los de fuera. Ríete de un Porsche o de un Ferrari a la hora de llamar
Interior chocante, pero menos
Los ocupantes también se comunican más que de costumbre. El habitáculo es amplio, pero su diseño lleno de planos hace pensar en otro ambiente, más que un coche. El acompañante incluso dispone delante de sí de una repisa, que puedes encontrar inútil en algo susceptible de moverse, pero que a buen seguro el propietario de un Cube podrá añadir su propia iconografía y decoración interior.
En un lado práctico, nada de formas orgánicas, pero sí huecos para todo lo que llevamos encima. Y ganchos por doquier. Portalatas estándar y también para botes delgados, estilo Redbull. Por supuesto, toma para USB y entrada de audio. Conexión para gadgets y una colección de accesorios creados para el Cube (con la gracia de que estos accesorios disponen de tres años de garantía), que para algunos de los ocupantes no aportan nada, pero para otros simplemente reafirman que, una vez sentado dentro, el coche no tiene nada de excéntrico. Especialmente nos referimos al techo solar, que dispone de dos persianas deslizantes, la habitual con el color del imperial y otra opalina, de plástico traslúcido blanco, al estilo de aquél techo de cristal líquido del Maybach, pero sin costar como un coche entero, inspiración cortinas Shoji de papel de arroz.
La anchura es lo más destacable, como se podía ver desde fuera, el acceso es formidable y el túnel central de transmisión no incomóda detrás, porque no existe. No hace falta porque, aunque existe una versión de tracción total para Japón y Estados Unidos, es mediante un motor eléctrico posterior. El suelo es totalmente plano y el único inconveniente es que un objeto que se caiga a los pasajeros, podría llegar a colocarse bajo los pedales. Detrás se va como en pocos coches de cuatro metros. Si el conductor va en una posición recta y elevada, para mirar de tú a tú a los repartidores en furgoneta, detrás esta sensación de estar por encima del tráfico se acentúa. Incluso se puede reclinar el respaldo posterior. En el lado práctico, la banqueta se puede desplazar longitudinalmente
Contrapartida en conducción
La conducción es gratificante, pero en su vertiente zen. Se ha trabajado para conseguir una dirección suave, una transmisión y un tacto del motor suaves. Este motor de gasolina (también hay un Diesel, que son su claqueteo será ‘menos zen’) proporciona un andar razonable si se estiran las marchas y se usa el cambio –hace falta, porque se ha alargado el grupo final de trasnsmisión respecto a un Nissan Note, con el que comparte casi lo que no se ve-, pero lo hace de forma muy natural. El motor es una delicia, fino en todo su rango y al ralentí parece que se cala. Tampoco es gastón en uso urbano. Un ligero ruido al accionar el embrague era lo único que rompía nuestro ambiente calmo en los atascos. Es ancho, sobresale al aparcar y se revuelve peor al maniobrar de lo que parece. La visibilidad es excelente hacia delante, con un parabrisas tan vertical que no hay reflejos y la visión es límpida. Hacia atrás no es tan buena como se presume de su falso diseño exterior asimétrico –los montantes se mantienen, por supuesto- y la opción de la cámara ayuda, pero no ofrece gran visión. Viene en opción conjunta con el navegador, que se antoja algo pequeño en su pantalla y ‘corta’ los nombres largos.
No para conductores ‘de raza’
Si un apasionado de la conducción cae en un Cube primero echará en falta el reglaje en profundidad del volante de dirección. Y una vez en movimiento pedirá un comportamiento más de ‘turismo’ y más sujeción de los asientos. Quizá pensase en más neumático, al estilo de un C3 Picasso, pero entonces se revelarían los límites de las suspensiones y se rompería la armonía de los ocupantes. La motricidad es mejorable y no hay que ser entendido para darse cuenta de la fuerte sensibilidad al viento lateral. No le gusta que le hagan balancear ni que le hagan frenar fuerte en curva, no es inestable y si acaso ahí está el ESP de serie, pero el Cube te hace ver que él no es para esto. No es que en Nissan no sepan hacerlo; sencillamente, quien quiera tracción puede buscar un X-Trail, quien busque deportividad un Z y el de la efectividad, pensará en un GT-R. Como dicen que dijo su diseñador: ‘las buenas ideas requieren de un tiempo para ser comprendidas’. Quizá por eso tuvieron que llegar los franceses de Renault para dar el visto bueno al proyecto del Cube después de un tiempo en el semillero de ideas.