MINI Coupé Cooper S

Más allá de una gama de productos, un emblema o imagen de marca, Mini supone una particular manifestación de la deportividad ya en desuso en el universo de deportivos medios de este planeta. Ahora, todo ello se concentra en una exclusiva carrocería coupé.

MINI Coupé Cooper S
MINI Coupé Cooper S

Otra nueva interpretaciones del Mini,  en esta ocasión desarrollada desde la estructura del Cabrio, pero con habitáculo sólo para dos y una línea exterior que le permite apoderarse del apellido Coupé. Exclusividad a raudales, bien porque esta manifestación de estilo supone un importante incremento sobre el precio del 3 puertas (o Hatch, entre 1.500 y 2.400 euros menos costoso, según motorización), bien porque no será una carrocería que vaya a proliferar demasiado en nuestras carreteras (la marca estima sólo un 2 por ciento sobre el total del Mini) bien porque, más allá del diseño, el Coupé supone una vuelta de tuerca más sobre la prestación del chasis del Mini “normal", fruto de combinar una muy sólida base de partida puntualmente reforzada para la ocasión (porque luego volverá a destaparse en el futuro Mini Cabrio, desde 2012 en adelante), una altura de carrocería ligeramente más baja (tres centímetros menos) y una puesta a punto en la que se hace más énfasis en la prestación dinámica que en el resto de carrocerías.

Como siempre, deja además a voluntad del cliente varias posibles optimizaciones mediante opciones sobre un planteamiento base de por sí bastante radical, como son unas suspensiones aún más deportivas, un autoblocante electrónico, neumáticos de tipo runflat (con aún menos deriva que las de serie por la estructura de sus flancos) o unas ruedas de mayores dimensiones, de hasta 17 pulgadas. Sensaciones al poder, al extremo junto con la guinda de la gama, el John Cooper Works, con 211 CV y otros ajustes más de chasis.

Ágil y, a veces, extremo

Pese a todo, para el coche que es, puede llegar a resultar desconcertante la comodidad de este Mini en el desplazamiento cotidiano, en ese  Aprovechamiento de la sobresaliente elasticidad de mecánica que tiene su motor sobrealimentado que, usado a régimen tranquilo, apenas transmite ruido y vibración al interior. Porque para el tipo de coche que luego descubriremos, posiblemente solos, hasta la amortiguación tiene una primera fase de recorrido que filtra con calidad los baches de la ciudad (las famosas alcantarillas son otro cantar), siendo también su dirección eléctrica una delicia por suavidad y tacto, aunque su rapidez (por desmultiplicación, con menos de 2,5 vueltas de volante entre topes) no esconde una gran capacidad de giro para maniobrar.

En este entorno se descubre ya la principal debilidad de esta carrocería que durante la sesión de fotos tanto atrajo la atención del aficionado: su visibilidad hacia atrás (aún cuando no se hayan rebasado los 80 km/h, velocidad a la que se despliega el alerón) o en tres cuartos diagonal trasero, ya que en los cruces habrá que analizar el perímetro entre la poca superficie acristalada que tiene el Mini Coupé. Cuanto menos, es curioso el cambio de rumbo que está tomando el deportivo tipo GTi de altos vueltos (pongamos coche entre el Mini y los compactos), de potencias salvajes, pero más civilizados que nunca, sin grandes exigencias aunque, a veces, sin gran capacidad de estímulo. Queda por tanto Mini con una especie en extinción que repuebla esta filosofía de coche por cada versión que saca al mercado.

Tacto Mini. Diferente. Hay quien lo describe como un kart grande. Pero lo cierto y verdad es que oculta una curva de exigencia exponencial en relación al rendimiento que se pretenda sacar del coche. Por tanto, del simpático, agradable y civilizado Mini urbanitas podremos toparnos de golpe con un coche exigente y crítico que no admite improvisación, algo que para algunos supondrá un serio inconveniente al sentirse claramente superado y para otros toda una satisfacción por poder reencontrarse con una agilidad y reacciones tan “especiales". Basta algunos ejemplos, el más clásico, el típico bache o variación de asfalto tomado a alta velocidad con la amortiguación comprimida más allá de un tercio de su posible recorrido (es decir, trazando una curva de carretera secundaria a un ritmo alto o muy alto), situación en la que sufre una violenta reacción en la dirección y a veces hasta un posible cambio de trayectoria que requerirá sangre fría y una rapidísima implicación del conductor para devolver las cosas a su sitio.

Pero hay cientos de situaciones que supondrán una clara revelación de que la eficacia de este Mini (y de la gran mayoría en la gama) será directamente proporcional a las dotes de conducción de quien se ponga en su plaza principal, siendo uno de los pocos tracción delantera en el mercado y con el que se puede girar de atrás “con los pies". No obstante, cabe decir que la electrónica dejará conducir con un gran margen de seguridad a todo aquel que sólo se plantee seguir la ruta descrita sin ningún ánimo de marcar el mejor crono posible, siempre con el factor disfrute y sensaciones en primera persona.

Casi un JCW. Como colofón, su pequeño gran motor no hace más que refrendar la deportividad que puede llegar a manifestar esta versión. Conocido, común a los otros Cooper S —o en otras grandes berlinas como el Peugeot 508, donde se acomoda y brinda refinamiento y rendimiento—, su condición de motor sobrealimentado nos permite hacernos vagos y desatender la transmisión sin miedo a que en el relanzamiento encontremos vacío alguno
en su respuesta, fruto de una banda de utilización muy amplia con inmejorable representación gráfica, apoyado además por sus cortos desarrollos de cambio. Pero también atesora  vertiginosas subidas de régimen que permiten que el Mini no sólo sea rapidísimo, sino que se siente como tal, en parte, por el encapsulado de la carrocería y porque, al estirar el motor,
el amplísimo maletero proporciona un efecto resonante que invita a apagar la radio y abrir la trampilla que comunica habitáculo y maletero (para poder introducir objetos de gran volumen).

Por pura estadística junto a todos los JCW que han pasado por nuestro Centro Técnico —en nuestro banco de rodillos no son más potentes que los Cooper S “a secas", ni tampoco más rápidos—, mecánicamente  estamos ente las mejores prestaciones de la gama, rapidez que, sin embargo, no implica un excesivo derroche de combustible: siendo relativamente fácil moverse en seis litros y medio, superar los once implica ir a un ritmo absolutamente desaforado.  En conclusión, estamos ante un coche tremendamente deportivo y exclusivo, bastante cómodo en el día a día pero radical cuando se busca ese tipo de prestación... Y lleno de estímulos, algo cada vez más en desuso entre los cada vez más descafeinados GTi de bolsillo.

- Rendimiento y carácter del motor
- Motricidad
- Chasis radical - Crítico y exigente al límite en mal asfalto
- Visibilidad posterior
- Precio elevado