La actual Clase A se ha convertido en la gallina de los huevos de oro de Mercedes. Hoy día, es su Clase más vendida y todas sus variantes (5 puertas, SUV GLA y sedán CLA) son un éxito comercial. Inspirándose en el concepto de berlina coupé de 4 puertas del elitista CLS y con un tamaño superior incluso al anterior Clase C, el CLA parecía convertirse en la berlina de acceso al mundo Mercedes, pero no precisamente por debajo de la Clase C, si no quizá suplantando su identidad, incluso con una mayor exclusividad fruto de su fuerte diseño... y mucho más barato.
Ahora, con la nueva Clase C ya en la calle, tres centímetros más larga y otros tantos más ancha que el CLA y un contenido tecnológico superior, parece más claro el posicionamiento natural de ambos modelos, pero no por ello, también llegas a percibir a la vista, cuánto de cerca funcionalmente llegan a estar entre sí. Pero apenas es una impresión visual, que es cierto te lleva a dudar también comparando interiores, hasta que te mueves con ellos y percibes de inmediato dos categorías de coches diferentes.
Democratización
Con la Clase A, Mercedes ha hecho su turismo más popular y en este sentido, su configuración mecánica de base responde al estándar de los coches populares, aunque evidentemente con sus rigores de fabricación, calidad y técnicos. Su motor transversal y la tracción delantera contradicen los "incuestionables" principios técnicos históricos de la marca, defensora de la colocación longitudinal del motor y la propulsión trasera que mantiene escrupulosamente en la Clase C. Y aunque quizás haya mucho de teoría sobre la categoría técnica y en consecuencia la del producto que lleva impresa cada configuración, no es menos cierto que, por comparación, el CLA es un coche claramente más "basto" frente al refinadísimo Clase C.
La dirección, en ambos casos con una cremallera no lineal de asistencia eléctrica, es más pesada en el CLA (sobrecarga más el tren delantero), especialmente en parado y a través de su volante sientes más vibraciones, cierto que de bajísima intensidad y que solo una comparación muy directa te deja apreciarlas. Por otro lado, de inmediato percibes un C más suave y mucho mejor aislado, tanto de mecánica como de rodadura. Su plataforma presenta estructuras de suspensión más elaboradas, especialmente la delantera, la que tú "tocas" y esta generación puede contar con una suspensión neumática que definitivamente serviría para hablar sobre el papel de dos berlinas no comparables. Pero no es el caso.
Hemos tenido la oportunidad de probar ambos modelos con el acabado AMG que, entre muchas cosas, implica una suspensión rebajada y más firme. Con ella, nos ha quedado muy claro que el CLA nunca podrá aspirar al confort y refinamiento general de la Clase C y, en cambio, la Clase C sí al pretendido dinamismo de base del CLA. Con esta suspensión ningún de los dos modelos son ejemplo de confort, pero mientras el CLA parece que a veces no filtra y golpean su ruedas con los baches, transmitiendo ruidos al habitáculo "impropios" de un Mercedes, en la Clase C sientes menor sequedad y una mayor calidad constructiva, que te lleva a sentirlo verdaderamente un producto premium.
El tipo de tracción no parece intervenir tanto en sus respectivas dinámicas como la teoría indica, una vez la electrónica es una parte activa más de la dinámica de los coches de hoy día. Ambos sorprenden por lo fácil y rapidísimos que se inscriben en todo tipo de curva; el CLA sin sentir una sobrecarga del tren delantero que insinúe el subviraje ni acelerando fuertemente en pleno apoyo, ni el C amagando su eje posterior con un sobreviraje descontrolado. Hoy los controles de tracción emulando también autoblocantes consiguen que estos dos Mercedes tan diferentes los sientas muy neutros y similares de reacciones.
Manda la suavidad
De nuevo, la mayor diferencia hay que encontrarla en la suavidad general de la Clase C, que de alguna manera continuamente lo traduces en mayor refinamiento de marcha. Y así de nuevo sientes el motor y los cambios automáticos de cada uno. El bloque 2.1 Diesel es compartido por ambos, pero en el caso del C, presenta una evolución que trata con aditivo los gases de escape, mejorando su ecología. También anuncia significativamente más par (40,8 frente a 35,7 mkg), por los mismos 170 CV. Ninguno te parecerá más rápido que otro, pero sí diferentes.
El C opta por un cambio automático por convertidor de par y el CLA se ve obligado a instalar una caja de cambios de doble embrague, en ambos casos de 7 velocidades. La diferencia más notoria entre un cambio y otro es que el convertidor de par de la Clase C filtra mejor los saltos entre marchas y fricciones de la transmisión, generando otra vez un mayor confort y sensación de refinamiento mecánico.
Por otro lado, las virtudes del doble embrague del CLA en cuanto a rapidez de los cambios de marcha no son realmente apreciables frente al cambio del C, ni bajo el uso manual deportivo más despiadado y como es de esperar, se siente menos elaborado su funcionamiento a muy baja velocidad en ciudad. Queda claro, entonces, que Mercedes tiene dos modelos en la que la configuración mecánica, esa que "no se ve" pero sí se deja sentir, conlleva un funcionamiento que marca claramente la categoría de uno y otro.
Seguramente sea el tacto de conducción el principal valor añadido que suma el C sobre el CLA, porque ni su mayor habitabilidad o mejor dicho sensación de espacio (también menor maletero), ni su equipamiento básico, marcan tantas diferencias para justificar los 3.800 euros que cuesta de más.