Jaguar XF 3.0D

Estrena un nuevo motor Diesel de 240 CV con doble turbo, que suma tanto dinamismo como agrado de conducción. Pero como todo Jaguar, la admiración de este XF empieza por su elegante estampa.

Jaguar XF 3.0D
Jaguar XF 3.0D

Dicen los mentideros que hasta dentro de la misma fábrica se llevaron las manos a la cabeza cuando una parte de sus dirigentes decidió unos pocos años atrás que los Jaguar deberían montar mecánicas Diesel. Pero era una cuestión de viabilidad de la marca, de escuchar al grueso del mercado, por mucho que los puristas de la legendaria marca británica no aceptaran tal herejía.

Jaguar se ‘Dieselizó’ tarde y lo hizo al amparo de su anterior dueño, el Grupo Ford, que puso a su disposición un ‘noble’ 2.7 V6 de 207 CV de desarrollo compartido con los franceses del Grupo PSA. A partir de esa base -en concreto del bloque, pero aumentado de cilindrada-, Jaguar ha desarrollado lo que hoy es este 3.0 V6, que destaca por una sofisticada sobrealimentación. Su particularidad está en sus dos turbos, cada uno alimentado por una bancada de cilindros, que después confluyen en un mismo circuito. Uno de los turbo, de tamaño relativamente grande y geometría variable, asume la sobrealimentación hasta 3.000 rpm a carga parcial ( hasta 2.600 si pisamos a fondo el acelerador), y, a partir de ahí, el segundo turbo, de pequeño diámetro y geometría fija, se solapa para aumentar la presión de soplado en altas demandas de aceleración a alto régimen.

El resultado es una sobrealimentación sin compromisos, con plena operatividad desde bajísimos regímenes de giro y sin desatender después el medio/ alto régimen. Respecto al sustituido 2.7 V6, el nuevo motor pregona un 61 por ciento más de par (51 mkg) a sólo 1.500 rpm y una respuesta más espontánea, más rápida a las solicitudes del acelerador. Y además, una mejor economía de combustible. Existe esta variante probada de 240 CV y, para el que desee algo más de carácter, una segunda con la gestión electrónica retocada y que lleva su potencia hasta alcanzar los 275 CV.

Con esos valores, de su prestación poco hay que decir. Este Jaguar avanza a voluntad y gana velocidad a golpe de acelerador con la solvencia del más rápido de la carretera. Sus formas lo hacen aún mejor, también gracias a un cambio automático de 6 velocidades de exquisito funcionamiento. No hay resbalamiento que enturbie una rumorosidad que como Diesel nos parece refinadísima. En la arrancada es tan suave como poderoso y ninguna brusquedad rompe tan buena sintonía. La linealidad de su respuesta está trazada con regla y se solapan los cambios de velocidades (y los dos turbos) sin que parezca increparse el movimiento.

En esa línea trabaja su bastidor. Dice la historia que el propietario de un Jaguarcombina un elegante traje con zapatillas de piloto. Cómodo y filtrado como la berlina de lujo que es, el XF es un excelente rodador de cortas y largas distancias. Su confort de bacheo asume muy bien asfaltos de todo tipo y su comodidad no peca de coche de pisada ‘blanda’. En curva su inserción es rápida, su inclinación muy equilibrada y sus reacciones de propulsión absolutamente neutras, sin una dependencia evidente a la electrónica.

Conseguimos rodar rápido muy fácil, con confort y eficacia, sin que su elevado peso y tamaño conlleve ninguna aparatosidad. Su comportamiento, tan agradable como dinámico, gusta al habitual conductor de un Jaguar y no desmerece ante los tradicionales alemanes. De todas formas, no hubiese estado de más beneficiarse de la suspensión adaptativa CATS, que Jaguar sólo ofrece en el Diesel más potente y, además, en opción.

Los consumos ruteros se han rebajado claramente respecto al motor 2.7 al que sustituye, a razón de unos desarrollos de cambio generosamente más largos, pero en el urbano, donde el mayor peso del coche incide sobremanera, podemos ver medias por encima de los 12 litros. Con todo, establece un consumo medio de 8,4 l/100 km, nada despreciable dado el aumento prestacional.

Al volante encontramos un habitáculo que combina la tradición con la vanguardia y la cómoda conducción con el pilotaje, es decir, es un Jaguar. Llama la atención lo mucho que podemos bajar el asiento del conductor, casi hasta sentirnos más tumbado que sentado. Buscando ese ambiente deportivo, volante y pedales se ubican en adecuadas posiciones. Los asientos son más cómodos que deportivos, pero cumplen equilibradamente con su doble cometido.

Un toque vanguardista que quizá desoriente al principio es el mando circular de la caja de cambios que liberaliza el espacio de la consola central. Su manejo nos puede llevar un tiempo de adaptación, pero luego nos ha parecido ejemplarmente cómodo y poco intrusivo en un ambiente tan elegante como sofisticado. Además, en cuanto paramos el motor, el propio mando del cambio ‘desaparece’ automáticamente dentro de la consola central.

El equipamiento incluye otras facilidades, como la llave electrónica con arranque del motor por pulsador, el freno de estacionamiento eléctrico o una pantalla multifunción de manejo táctil. Detrás nos encontramos igualmente con una ergonomía típica de la casa, con una banqueta baja y un espacio que no es prioritario en el diseño del modelo. Las cotas no se corresponden al tamaño del coche, y además cuenta con un voluminoso túnel de transmisión que condiciona el acomodo de un tercer pasajero, algo banal cuando la belleza de este automóvil manda. 

- Motor y prestaciones
- Suavidad de marcha
- Presentación interior

- Consumo urbano
- Túnel central
- Rueda de emergencia o kit