Pocas veces encontramos en una comparativa tanta igualdad prestacional como la aquí mostrada. No sorprende, puesto que ambos modelos han pesado prácticamente lo mismo, disponen del mismo motor y sus diferencias aerodinámicas parecen no existir. El 2.2, que Citroën denomina HDi y Ford TDCi es idéntico en los dos casos, y eso que en las fichas técnicas cada uno anuncia una potencia distinta, 204 CV el C5 y 200 CV el Mondeo —buscan distinción traduciendo los kW con distintas normativas—. Se trata del mismo cuatro cilindros que antes tenían —anunciaban 170 y 175 CV respectivamente— pero que fue remodelado el pasado año por completo. Incorpora inyectores piezoeléctricos —más rápidos y precisos a la hora de realizar varias inyecciones en un mismo ciclo de combustión— de 8 agujeros, alimentados por un raíl común que les permite hasta 1.800 bares de presión. También dispone de un rediseño de la cámara de combustión en la parte de la culata, materiales insonorizantes y un módulo de gestión electrónica más eficaz.
Con estas modificaciones los dos coches han ganado en lo mismo: prestaciones, consumos y confort. El anterior vacío que existía a bajas vueltas ha desaparecido, al menos en estas dos versiones automáticas —su electrónica no nos ha permitido medir la curva de potencia en ninguno de los dos. El nivel prestacional es muy bueno en los dos casos y se puede rodar a muy buen ritmo, entre medio y un segundo más rápido que antes pero con un consumo similar. Hablamos de los dos en conjunto porque si se fijan en la tabla de tiempos la diferencia es difícilmente apreciable.
Estamos ante dos coches de generosas dimensiones, por lo que no es de extrañar que dentro el espacio sea tan bueno. El C5 no plantea problema alguno de espacio; delante se viaja cómodo y detrás hay que jugar en
En general la vida a bordo en los dos coches es agradable. Los ruidos exteriores están bien filtrados, los climatizadores trabajan bien —el Ford tiene una más que recomendable refrigeración de asientos delanteros— y hay buena ergonomía general. Del C5 no nos gusta el volante con la parte central fija, sobre todo si se tienen las manos grandes —hay a quien gusta y no lo ve como problema—, y los reflejos del tapizado del salpicadero sobre el parabrisas. En ambos acabados tope de gama, basta ver las fotos, la presentación es impecable.
La igualdad mostrada en todos los apartados también se traslada a la seguridad. De serie están a la par, con los mismos airbag —incluyen el de rodillas—, los faros antiniebla, los anclajes Isofix para sillas infantiles y los controles de tracción y estabilidad de serie. En opción dejan elementos alternativos como pueden ser los asistentes de cambio de carril o la detección de vehículos en ángulos muertos, sistemas interesantes y que cumplen su cometido.
Precio a nivel Premium
Caros o baratos, según se mire y se compare con la competencia, premium incluidos. Entre los dos el Ford es el que más barato sale, puesto que cuenta con una versión más económica y, si los equipamos a tope de cosas, también aporta algo más de economía. Como precio base el Citroën cuesta 32.750 euros —hablamos en todos los casos de precios con el descuento oficial de la marca ya incluido— y el Ford 30.900 euros. Si los equipamos a tope, pero a igualdad de opciones, el C5 aumenta el precio hasta los 44.550 euros, mientras que el Ford se queda en los 37.400 euros.
— Suspensiones
Pocas veces encontramos en una comparativa tanta igualdad prestacional como la aquí mostrada. No sorprende, puesto que ambos modelos han pesado prácticamente lo mismo, disponen del mismo motor y sus diferencias aerodinámicas parecen no existir. El 2.2, que Citroën denomina HDi y Ford TDCi es idéntico en los dos casos, y eso que en las fichas técnicas cada uno anuncia una potencia distinta, 204 CV el C5 y 200 CV el Mondeo —buscan distinción traduciendo los kW con distintas normativas—. Se trata del mismo cuatro cilindros que antes tenían —anunciaban 170 y 175 CV respectivamente— pero que fue remodelado el pasado año por completo. Incorpora inyectores piezoeléctricos —más rápidos y precisos a la hora de realizar varias inyecciones en un mismo ciclo de combustión— de 8 agujeros, alimentados por un raíl común que les permite hasta 1.800 bares de presión. También dispone de un rediseño de la cámara de combustión en la parte de la culata, materiales insonorizantes y un módulo de gestión electrónica más eficaz.
Con estas modificaciones los dos coches han ganado en lo mismo: prestaciones, consumos y confort. El anterior vacío que existía a bajas vueltas ha desaparecido, al menos en estas dos versiones automáticas —su electrónica no nos ha permitido medir la curva de potencia en ninguno de los dos. El nivel prestacional es muy bueno en los dos casos y se puede rodar a muy buen ritmo, entre medio y un segundo más rápido que antes pero con un consumo similar. Hablamos de los dos en conjunto porque si se fijan en la tabla de tiempos la diferencia es difícilmente apreciable.
Estamos ante dos coches de generosas dimensiones, por lo que no es de extrañar que dentro el espacio sea tan bueno. El C5 no plantea problema alguno de espacio; delante se viaja cómodo y detrás hay que jugar en
En general la vida a bordo en los dos coches es agradable. Los ruidos exteriores están bien filtrados, los climatizadores trabajan bien —el Ford tiene una más que recomendable refrigeración de asientos delanteros— y hay buena ergonomía general. Del C5 no nos gusta el volante con la parte central fija, sobre todo si se tienen las manos grandes —hay a quien gusta y no lo ve como problema—, y los reflejos del tapizado del salpicadero sobre el parabrisas. En ambos acabados tope de gama, basta ver las fotos, la presentación es impecable.
La igualdad mostrada en todos los apartados también se traslada a la seguridad. De serie están a la par, con los mismos airbag —incluyen el de rodillas—, los faros antiniebla, los anclajes Isofix para sillas infantiles y los controles de tracción y estabilidad de serie. En opción dejan elementos alternativos como pueden ser los asistentes de cambio de carril o la detección de vehículos en ángulos muertos, sistemas interesantes y que cumplen su cometido.
Precio a nivel Premium
Caros o baratos, según se mire y se compare con la competencia, premium incluidos. Entre los dos el Ford es el que más barato sale, puesto que cuenta con una versión más económica y, si los equipamos a tope de cosas, también aporta algo más de economía. Como precio base el Citroën cuesta 32.750 euros —hablamos en todos los casos de precios con el descuento oficial de la marca ya incluido— y el Ford 30.900 euros. Si los equipamos a tope, pero a igualdad de opciones, el C5 aumenta el precio hasta los 44.550 euros, mientras que el Ford se queda en los 37.400 euros.
— Suspensiones