Citroën C5 2.2 HDI Auto Exclusive / Ford Mondeo 2.2 TDCI Powershift Titanium S

Las versiones Diesel más altas de gama del Citroën C5 y del Ford Mondeo se enfrentan en esta comparativa. Cargados de toda la tecnología de la que disponen sus respectivas marcas y propulsados por un motor Diesel de 200 CV; en estas condiciones C5 y Mondeo escalan un peldaño y ponen contra las cuerdas a coches premium.

Citroën C5 2.2 HDI Auto Exclusive / Ford Mondeo 2.2 TDCI Powershift Titanium S
Citroën C5 2.2 HDI Auto Exclusive / Ford Mondeo 2.2 TDCI Powershift Titanium S

Pocas veces encontramos en una com­parativa tanta igualdad prestacio­nal como la aquí mostrada. No sor­prende, puesto que ambos modelos han pesado prácticamente lo mismo, disponen del mismo motor y sus di­ferencias aerodinámicas parecen no existir. El 2.2, que Citroën denomina HDi y Ford TDCi es idéntico en los dos casos, y eso que en las fichas técnicas cada uno anuncia una potencia dis­tinta, 204 CV el C5 y 200 CV el Mon­deo —buscan distinción traduciendo los kW con distintas normativas—. Se trata del mismo cuatro cilindros que antes tenían —anunciaban 170 y 175 CV respectivamente— pero que fue remodelado el pasado año por com­pleto. Incorpora inyectores piezoeléc­tricos —más rápidos y precisos a la hora de realizar varias inyecciones en un mismo ciclo de combustión— de 8 agujeros, alimentados por un raíl co­mún que les permite hasta 1.800 ba­res de presión. También dispone de un rediseño de la cámara de combustión en la parte de la culata, materiales in­sonorizantes y un módulo de gestión electrónica más eficaz. 

Con estas modificaciones los dos co­ches han ganado en lo mismo: presta­ciones, consumos y confort. El ante­rior vacío que existía a bajas vueltas ha desaparecido, al menos en estas dos versiones automáticas —su electrónica no nos ha permitido medir la curva de potencia en ninguno de los dos. El nivel prestacional es muy bueno en los dos casos y se puede rodar a muy buen ritmo, entre medio y un segundo más rápido que antes pero con un consumo similar. Hablamos de los dos en con­junto porque si se fijan en la tabla de tiempos la diferencia es difícilmente apreciable.

Estamos ante dos coches de genero­sas dimensiones, por lo que no es de extrañar que dentro el espacio sea tan bueno. El C5 no plantea problema al­guno de espacio; delante se viaja có­modo y detrás hay que jugar en la NBA para tener problemas serios de espacio para las piernas o con el techo, medi­das que el Mondeo incluso se atreve a mejorar. Los dos mantienen el defecto común de la plaza central trasera, que no es tan cómoda como el resto. La ca­pacidad del maletero del Mondeo es de las mejores del mercado, a lo que hay que sumar la versatilidad que le per­mite su enorme portón, que permite cargar objetos grandes sin problemas. Por contra, ese mismo maravilloso portón toma demasiada altura cuando está abierto, por lo que le recomenda­mos que lo abra en el concesionario y compruebe si alcanza a cerrarlo y si no va a ser problema en su garaje. 

En general la vida a bordo en los dos coches es agradable. Los ruidos exte­riores están bien filtrados, los climati­zadores trabajan bien —el Ford tiene una más que recomendable refrige­ración de asientos delanteros— y hay buena ergonomía general. Del C5 no nos gusta el volante con la parte cen­tral fija, sobre todo si se tienen las ma­nos grandes —hay a quien gusta y no lo ve como problema—, y los reflejos del tapizado del salpicadero sobre el pa­rabrisas. En ambos acabados tope de gama, basta ver las fotos, la presenta­ción es impecable.

La igualdad mostrada en todos los apartados también se traslada a la se­guridad. De serie están a la par, con los mismos airbag —incluyen el de ro­dillas—, los faros antiniebla, los an­clajes Isofix para sillas infantiles y los controles de tracción y estabilidad de serie. En opción dejan elementos al­ternativos como pueden ser los asis­tentes de cambio de carril o la detec­ción de vehículos en ángulos muertos, sistemas interesantes y que cumplen su cometido.

Precio a nivel Premium

Caros o baratos, según se mire y se compare con la competencia, pre­mium incluidos. Entre los dos el Ford es el que más barato sale, puesto que cuenta con una versión más económica y, si los equipamos a tope de cosas, también aporta algo más de economía. Como precio base el Citroën cuesta 32.750 euros —hablamos en todos los casos de precios con el descuento ofi­cial de la marca ya incluido— y el Ford 30.900 euros. Si los equipamos a tope, pero a igualdad de opciones, el C5 au­menta el precio hasta los 44.550 euros, mientras que el Ford se queda en los 37.400 euros.

Suspensiones

Pocas veces encontramos en una com­parativa tanta igualdad prestacio­nal como la aquí mostrada. No sor­prende, puesto que ambos modelos han pesado prácticamente lo mismo, disponen del mismo motor y sus di­ferencias aerodinámicas parecen no existir. El 2.2, que Citroën denomina HDi y Ford TDCi es idéntico en los dos casos, y eso que en las fichas técnicas cada uno anuncia una potencia dis­tinta, 204 CV el C5 y 200 CV el Mon­deo —buscan distinción traduciendo los kW con distintas normativas—. Se trata del mismo cuatro cilindros que antes tenían —anunciaban 170 y 175 CV respectivamente— pero que fue remodelado el pasado año por com­pleto. Incorpora inyectores piezoeléc­tricos —más rápidos y precisos a la hora de realizar varias inyecciones en un mismo ciclo de combustión— de 8 agujeros, alimentados por un raíl co­mún que les permite hasta 1.800 ba­res de presión. También dispone de un rediseño de la cámara de combustión en la parte de la culata, materiales in­sonorizantes y un módulo de gestión electrónica más eficaz. 

Con estas modificaciones los dos co­ches han ganado en lo mismo: presta­ciones, consumos y confort. El ante­rior vacío que existía a bajas vueltas ha desaparecido, al menos en estas dos versiones automáticas —su electrónica no nos ha permitido medir la curva de potencia en ninguno de los dos. El nivel prestacional es muy bueno en los dos casos y se puede rodar a muy buen ritmo, entre medio y un segundo más rápido que antes pero con un consumo similar. Hablamos de los dos en con­junto porque si se fijan en la tabla de tiempos la diferencia es difícilmente apreciable.

Estamos ante dos coches de genero­sas dimensiones, por lo que no es de extrañar que dentro el espacio sea tan bueno. El C5 no plantea problema al­guno de espacio; delante se viaja có­modo y detrás hay que jugar en la NBA para tener problemas serios de espacio para las piernas o con el techo, medi­das que el Mondeo incluso se atreve a mejorar. Los dos mantienen el defecto común de la plaza central trasera, que no es tan cómoda como el resto. La ca­pacidad del maletero del Mondeo es de las mejores del mercado, a lo que hay que sumar la versatilidad que le per­mite su enorme portón, que permite cargar objetos grandes sin problemas. Por contra, ese mismo maravilloso portón toma demasiada altura cuando está abierto, por lo que le recomenda­mos que lo abra en el concesionario y compruebe si alcanza a cerrarlo y si no va a ser problema en su garaje. 

En general la vida a bordo en los dos coches es agradable. Los ruidos exte­riores están bien filtrados, los climati­zadores trabajan bien —el Ford tiene una más que recomendable refrige­ración de asientos delanteros— y hay buena ergonomía general. Del C5 no nos gusta el volante con la parte cen­tral fija, sobre todo si se tienen las ma­nos grandes —hay a quien gusta y no lo ve como problema—, y los reflejos del tapizado del salpicadero sobre el pa­rabrisas. En ambos acabados tope de gama, basta ver las fotos, la presenta­ción es impecable.

La igualdad mostrada en todos los apartados también se traslada a la se­guridad. De serie están a la par, con los mismos airbag —incluyen el de ro­dillas—, los faros antiniebla, los an­clajes Isofix para sillas infantiles y los controles de tracción y estabilidad de serie. En opción dejan elementos al­ternativos como pueden ser los asis­tentes de cambio de carril o la detec­ción de vehículos en ángulos muertos, sistemas interesantes y que cumplen su cometido.

Precio a nivel Premium

Caros o baratos, según se mire y se compare con la competencia, pre­mium incluidos. Entre los dos el Ford es el que más barato sale, puesto que cuenta con una versión más económica y, si los equipamos a tope de cosas, también aporta algo más de economía. Como precio base el Citroën cuesta 32.750 euros —hablamos en todos los casos de precios con el descuento ofi­cial de la marca ya incluido— y el Ford 30.900 euros. Si los equipamos a tope, pero a igualdad de opciones, el C5 au­menta el precio hasta los 44.550 euros, mientras que el Ford se queda en los 37.400 euros.

Suspensiones