El territorio que pisan los BMW X4 y Mercedes GLC Coupé tiene algo de misterioso, porque dotar a un SUV, un vehículo de personalidad práctica, de un marcado estilo deportivo puede parecer, en principio, contradictorio. Tal vez por esto, cuando BMW se lanzó a la aventura con el BMW X6 en 2008, más de uno pensó que en la marca bávara se habían vuelto un poco locos. Lo cierto es que ningún competidor estaba preparado para aquella sorpresa, pero poco a poco se vio que había conductores a los que les encajaba esta fórmula —incluso SsangYong lanzó el Actyon— y BMW decidió continuar la saga con el X4 ya en 2014.
Ha pasado tiempo hasta que otra marca apuntara a esta zona tan exclusiva y, dentro de ese marcaje que mantienen entre sí los premium alemanes, Mercedes ha decidido percutir en este «protectorado» con su nuevo GLC Coupé. Aunque se puede decir que acaba de aterrizar en el mercado, de los pedidos que maneja la marca de la estrella sobre la gama GLC, un 50 por ciento corresponde a esta carrocería de estilo deportivo. En el caso de BMW, ya casi se venden tantos X3 como X4, pues, por ejemplo, en los meses transcurridos de 2016, la proporción de unidades entregadas ha sido 53/47%, con una progresión claramente ascendente para la carrocería de estilo coupé. Parece, por tanto, que el público interesado por estos SUV más afilados va en aumento.
Mucho más que una carrocería más llamativa
La "transformación" del Mercedes GLC en Coupé no sólo implica un cambio de estética: su carrocería es casi 8 cm más larga y está 4 cm más cerca del suelo que la del GLC «normal» para dibujar esa silueta más dinámica y un techo de acusadas líneas descendentes desde el pilar B hacia el final. Además, incorpora de serie una suspensión específica con muelles más cortos que el coche del que deriva, así como diferentes ajustes de chasis para potenciar un comportamiento más ágil en curva.
Con 4,73 m de longitud, el GLC Coupé es también 6 cm más largo que el BMW X4, además de 8 más ancho y 2 más bajo. Le saca igualmente 6 cm de distancia entre ejes —2,87 m frente a 2,81—, pero lo cierto es que toda esta diferencia de cotas no se traduce en una habitabilidad muy distinta, ya que el espacio disponible en las plazas delanteras es idéntico en ambos SUV, mientras que detrás, el Mercedes ofrece un par de centímetros más de espacio para las piernas — 76 cm— y en altura al techo —93 cm—. El BMW X4 en cambio, según las mediciones de nuestro Centro Técnico, ofrece un maletero algo más grande, de 450 litros, frente a los 385 del GLC Coupé, y ambos incorporan de serie un portón que se abre y cierra de forma automática. En los dos se puede solicitar la función de apertura pasando el pie por debajo del paragolpes. El Mercedes también cuenta con unos tiradores que facilitan el plegado de los respaldos traseros a la hora ampliar la zona de carga, operación que no se realiza tan cómodamente en el caso del BMW.
Pero más allá de aspectos prácticos, el conductor que apuesta por estos SUV de imagen más deportiva también busca gratificantes sensaciones al volante. En este sentido, en la gama X4 se puede optar a una imponente versión M40i de 360 CV, mientras que en el GLC Coupé dentro de poco estará disponible un AMG 43 4Matic de 367 CV, aunque nuestro duelo se centra en versiones más «terrenales», las que suelen acaparar más número de ventas. Es el caso del BMW X4 xDrive 20d Automático de 190 CV aquí enfrentado al GLC Coupé 250 d 4Matic de 204 CV —el 220 d se queda en 170 CV—, que incorpora de serie el cambio automático 9G-Tronic de 9 velocidades, una más que la caja automática que equipa el BMW.
Mercedes GLC Coupé 250d 4Matic: mayor rapidez y calidad de rodadura
Ambos motores de cuatro cilindros presentan un funcionamiento bastante agradable, aunque al buscar la zona alta del cuentarrevoluciones se hacen notar, marcando distancias en cuanto a sonoridad y refinamiento con los Diesel de seis cilindros disponibles en versiones superiores de ambos modelos. La diferencia de 14 CV se traslada a las prestaciones, a pesar de que en nuestra báscula el GLC Coupé ha pesado 60 kilos más que el X4 —1.956 kg frente a 1.897 kg—. En el paso de 0 a 100 km/h el Mercedes le endosa algo más de un segundo —7,46 s frente a 8,58 s para el X4—, completando el kilómetro con una magnífica marca de 28,8 segundos, mientras que el BMW no es capaz de romper la ansiada barrera del medio minuto. Y a la hora de buscar reprís para los adelantamientos, más de lo mismo; los 5,57 s del Mercedes GLC Coupé 250d 4Matic en el paso de 80 a 120 km/h son casi un segundo mejor que el tiempo invertido por el rival.
Y si buscamos diversión en una zona de curvas, la tendremos. Las inercias generadas por sus dos toneladas de peso están ahí, pero, por ejemplo, nuestra unidad del GLC Coupé montaba la suspensión neumática opcional —de serie ya incorpora un eficaz tren de rodaje deportivo—, que baja la carrocería 1,5 cm al seleccionar los modos de conducción Sport y Sport y limita todavía más los balanceos en curva, con el añadido en este caso de un paquete opcional AMG con llantas de 19 pulgadas que implican neumáticos 235/55 en el tren delantero y 255/50 en el trasero. El gran trabajo del cambio, una dirección más rápida que en el GLC «normal» y las imperceptibles pérdidas de tracción por la perfecta gestión del sistema 4Matic —el reparto inicial del par es 45:55 por ciento— llevan el disfrute a un alto nivel. Sus reacciones son suaves y progresivas —también hay un modo Comfort que dulcifica el carácter de su respuesta—, y cuando avivamos el ritmo en los trazados más difíciles la electrónica también cumple con su cometido, para aportar precisión y mantener el equilibrio.
BMW X4 20d xDrive: mejor en comportamiento y consumos
En el BMW X4 también hemos contado con el sistema de control electrónico de la suspensión que mejora igualmente el comportamiento en curva, aunque por nuestra experiencia en otras unidades de este modelo, la suspensión que incorpora de serie ya cuenta con una muy buena puesta a punto, que proporciona un gran equilibrio entre confort y eficacia cuando nos topamos con terrenos irregulares. El cambio de ocho marchas nos ha vuelto a parecer globalmente muy bueno —sólo en situaciones puntuales parece algo más lento que el del GLC o el convertidor de par parece mostrar un poco más de resbalamiento— y una vez más BMW imprime su particular sello a la respuesta dinámica de este SUV, con reacciones seguras, una gran rapidez de respuesta en la dirección y un tacto general muy deportivo, gracias también al reparto de par de su sistema de tracción que tiende a priorizar la propulsión. Desde luego, pocos coches de estas características muestran la firmeza en los apoyos fuertes que transmite el BMW X4, y sin llegar a perder precisión al límite, con una trasera que ayuda a redondear los giros y permite enlazar una curva tras otra de manera fluida. Un punto mejorable que hemos detectado en esta unidad probada del BMW X4 han sido unos frenos algo sensibles al uso intensivo, que han marcado unas distancia de parada superiores a las del Mercedes: 75 metros para detenerse desde 140km/h frente a los 72,2 m del rival.
En zonas urbanas, al afrontar de forma ágil badenes pronunciados sí hemos notado cierta sequedad de suspensión en el tren delantero del GLC Coupé al trabajar en compresión, tal vez la presencia del paquete AMG o la mayor dureza de sus opcionales neumáticos antipinchazo —el X4 también incorpora unos similares, pero como dotación de serie— limitan en estas circunstancias el excepcional confort de rodadura que caracteriza a este SUV. Y no podemos acabar sin hablar del consumo, una faceta en la que el motor 2,0 litros de BMW sigue demostrando su gran eficiencia, con mejores resultados tanto en los trayectos urbanos como en los largos desplazamientos por carretera, hasta el punto que, de media, es capaz de ahorrar casi medio litro de gasóleo frente al gasto que logra el 2,2 litros de Mercedes que, en cualquier caso, consigue un interesante consumo medio real —con mejores prestaciones— de sólo 6,9 l/100 km, 4 décimas más que el modelo de BMW.
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