Audi A8 4.2 FSI

Fruto de desafíos por la mejor imagen, lujo y confort, las grandes berlinas de representación también son el estandarte de la mayor y mejor tecnología aplicada al automóvil. El último hito en la materia es la implicación telemática del nuevo A8 en la conducción.

Audi A8 4.2 FSI
Audi A8 4.2 FSI

Se da la paradoja que el segmento conceptualmente más tradicional es el tecnológicamente más vanguardista, habitualmente pionero de las últimas patentes automovilísticas. En este sentido, ni la impactante estampa ni materialización del nuevo Audi A8, soberbio en todos los sentidos si nos ceñimos a la enriquecida unidad de pruebas que hemos probado, ha podido con la curiosidad por saber y conocer sus últimas aplicaciones tecnológicas.
Estas vienen por la «penúltima» evolución de su sistema de navegación plus, que trabaja interconectado a diferentes sistemas de asistencia a la conducción y de seguridad. Concretemos. Si el sistema GPS interpreta que la ubicación de nuestro coche corresponde, por ejemplo, a una carretera de montaña, “dialoga" con la gestión electrónica del cambio automático para indicarle que evite hacer cambios de velocidades, cuando se antojan incómodos e innecesarios al adivinar continuas secuencias de curvas y cortas rectas, además de evitar utilizar las velocidades más largas.

También asiste a los faros bixenon adaptativos, que se reorientan o modifican el haz de luz antes de llegar a una curva o cruce, gracias a la información anticipada. De esta interconexión también se beneficia el control activo de crucero. Ahora, si detecta que nos aproximamos a un coche y éste tiene el intermitente derecho conectado (lo captaría la pantalla del asistente de carril) concreta la ubicación por el sistema GPS y si coincide con un carril de salida de la autopista, el control de crucero intervendría en consecuencia, permitiendo cierta aproximación al coche que va a tomar la salida. Una vez despejada la vía, volvería a relanzarlo automáticamente.

Llegan al A8 otras asistencias a la conducción que no por existentes dejan de seguir sorprendiéndonos: avisadores de pérdida de trayectoria, asistentes de adelantamiento, reconocimiento de las señales de velocidad o un evolucionado sistema de visión nocturna por infrarrojos. Este sistema es capaz de interpretar fuentes térmicas humanas o de animales, resaltando su silueta y advirtiéndonos visual y acústicamente del peligro de atropello. Las opciones disponibles también nos han llevado a experimentar un comportamiento impresionante… desde una perspectiva deportiva. Sin duda el paquete dinámico incluido en esta unidad de pruebas formado por una amortiguación variable, dirección de desmultiplicación variable, diferencial trasero deportivo y llantas de 20 pulgadas intervienen mucho en los resultados obtenidos. Por descontado, bajo el mando Audi Drive Select todos estos parámetros pueden ser variados a voluntad, para especificar un coche según nuestra pericia o estado anímico del momento. Esta configuración se aleja del confort de rodadura exquisito de un Lexus LS o Mercedes Clase S, por ejemplo, a cambio de unos modales dinámicos difíciles de asimilar en un coche de semejante talla y peso, incluido el BMW Serie 7.

La tracción integral equilibra muchísimo las reacciones de este potente A8, que pasa las pruebas dinámicas más exigentes en trazados supuestamente poco favorables sin la dependencia electrónica tan evidente de esos rivales de propulsión trasera. En autopista su aplomo lineal está a un nivel increíble y las limitaciones vienen mucho antes por la racionalidad del conductor.

Con la «amenaza» downsizing marcando directrices en otros segmentos y los híbridos hoy día ya como alternativas reales, los espectaculares propulsores V8 de gasolina —aquí con 372 CV— , aun «mal vistos», parecen encontrar un retiro dorado en estas fabulosas berlinas. La finura de funcionamiento y el poderoso tacto de un ocho cilindros debiera ser parte indisoluble de estos coches, y lo mejor del caso que nos ocupa es que aquí, motor y cambio consiguen proporcionar un empuje y unas prestaciones que no conllevan un derroche energético discutible (un sistema stop-start hubiera redondeado el trabajo). Las ocho velocidades del nuevo cambio tiptronic permite incluir un desarrollo final muy largo, que autoriza circular a 120 km/h reales por debajo de las 2.000 revoluciones. Seguro que por los consumos que hemos obtenido en autopista en condiciones normales veamos a estas mecánicas de otra manera.

Este largo desarrollo no implica incomodidades dada la buena gestión del cambio, que aprovecha muy bien sus ventajas cuando es posible, sin interferir en el agrado de conducción con repetitivos cambios. También influye en esta armonía que los saltos entre las primeras siete velocidades marcha son relativamente estrechos y consiguen disimular los pasos transitorios, generando ese agrado de empuje contundente y sosegado de estos grandes propulsores. En definitiva, una enorme berlina en todos los sentidos.

Los detalles del Audi A8