Salón del Automóvil de Detroit 2009
Crisis, entendida como cambio, y crisis, como situación límite, marcan la presente edición del Salón de Detroit, otrora escaparate de los excesos de la industria, tanto norteamericana como europea. 2009 es la primera edición que se celebra desde que dos de los tres grandes –General Motors y Chrysler– se han tenido que arrodillar ante los poderes públicos para pedir ingentes sumas de dinero que les eviten la bancarrota y, en contrapartida, muestran sus planes de futuro como garantía de devolución de esos créditos.
La dependencia de los países productores de petróleo y la reciente especulación cuyo resultado fue una elevación insensata del precio del crudo parece que han puesto un punto y final a la larga relación entre el automóvil y los distintos tipos de combustibles basados en el petróleo. En momentos de pánico, como los que se han vivido en las últimas semanas –y todavía se viven– las declaraciones solemnes pueden llegar a hacer olvidar la realidad. El mismo día 11 de enero, los tres grandes fabricantes estadounidenses proclamaron que están a un paso –relativo– de la fabricación masiva de vehículos eléctricos, sin tener en cuenta –o así lo parece– que ninguna red eléctrica de país alguno, ni siquiera el suyo, soportaría las necesidades de un parque de automóviles eléctricos que supusiera una décima parte del actual de combustión interna.
Pese a ello, la proliferación de prototipos con este medio de propulsión es el pan nuestro de cada día en Detroit y, siendo loable y necesario –la estabilidad de una industria tan importante como la automovilística no puede depender de especuladores y países con intereses bien distintos a los occidentales– debería ir acompañado de una información veraz y completa que no sirviera para hacer nacer falsas expectativas –como han creado en nuestro país determinadas declaraciones políticas– sobre un trasvase energético inmediato para el automóvil.De hecho, los sensatos japoneses, así como los prudentes europeos, siguen apostando como solución real a más corto plazo los modelos energéticos híbridos, donde una ayuda eléctrica recorte consumos y emisiones del motor de combustión. Por más que queramos adelantar la implantación de la propulsión eléctrica generalizada, ni hay producción eléctrica suficiente, ni las baterías necesarias están todavía totalmente a punto, ni la utilidad del coche eléctrico es comparable al de combustión ni la implantación necesaria de una red de enchufes en las vías públicas sería realizable en tan corto espacio de tiempo como para hacer nacer en nosotros el sueño de olvidar la visita a la gasolinera.Por tanto, hemos de seguir viendo la mejora en la eficiencia de los clásicos motores de combustión como la única solución inmediata y la aparición de los modelos híbridos –que casi ni están implantados– como el futuro próximo –hablamos de una o dos décadas–, dejando el sueño del coche completamente eléctrico para más allá. Así que, quien esté retrasando el cambio de su actual automóvil por ver si acaba estrenando uno eléctrico, que se vaya acercando a los concesionarios más cercanos para adquirir uno de los más que interesantes modelos que están a la venta o los que puede atisbar en el mismo Salón de Detroit, porque hará bien a la economía actual y disfrutará de algo mucho más tangible que una entelequia por desarrollar, que sólo nuestros hijos o nietos acabarán disfrutando.