Aún no ha llegado a presidente, pero su presencia ya se está haciendo notar. A través de un ‘tuit’, Trump ha acusado a General Motors de importar unidades del Chevrolet Cruze fabricadas en México sin pagar los correspondientes aranceles. ‘Hazlos en EE.UU. o paga una tasa más alta en la frontera’, concluye el mensaje. Esta advertencia va en línea con su intención de gravar los coches importados desde el país vecino con una tarifa del 35 por ciento, que ya manifestó en campaña electoral.
El gigante automovilístico no hizo esperar su respuesta. Menos de una hora después precisó que las 190.000 unidades del sedán en cuestión se ensamblaron en una planta de Ohio, y que los que se producen en México son modelos con portón trasero destinados al mercado global. Aunque sí ha reconocido que una pequeña parte de ellos, unos 4.500, se venden en Estados Unidos.
Por otra parte, la consejera delegada de General Motors, Mary Barra, forma parte del foro estratégico integrado por grandes ejecutivos que asesorarán a Trump desde el sector privado en materia económica. Teniendo en cuenta esto, sorprende la agresividad del presidente electo hacia General Motors.
Ford, también en el punto de mira
Ford Motor Company también se ha visto afectada por las declaraciones de Trump, que le han llevado a replantearse su plan de expansión: ha anunciado la cancelación de una inversión de 1.600 millones de dólares en México. En su lugar optará por desarrollar los coches eléctricos y con tecnologías de conducción autónoma, en los que invertirá 700 millones, y lo hará en territorio estadounidense.
Esta decisión supondrá un duro golpe a la economía mexicana, puesto que casi el 80 por ciento de sus exportaciones y más de la mitad de la inversión extranjera directa vienen de Estados Unidos.
Ford había anunciado la inversión que finalmente no será en abril, durante la campaña electoral. La idea era construir un nuevo complejo industrial en San Luis de Potosí que emplearía a 2.800 trabajadores cuando funcionara a pleno rendimiento, en 2020. Allí se iba a concentrar la producción de los modelos Fiesta, C-Max y Focus. La elección de estos pequeños utilitarios para dar vida a la fábrica no es casual: tienen menos margen de beneficio que los coches grandes y producirlos en México les permite un ahorro mayor.
Trump llegó a declarar que era una ‘vergüenza’ que una compañía tan relevante para la economía estadounidense como es Ford se llevara el empleo al extranjero, y que esa estrategia era ‘como robar caramelos a un niño’.
Así, el giro en la estrategia de Ford beneficiará a los coches eléctricos, por los que se interesan cada vez más consumidores en todo el mundo, según el consejero delegado de la compañía, Mark Fields. En este sentido, Ford Motor contempla una inversión de 4.500 millones de dólares en electrificación de coches hasta 2020. ‘Son soluciones que mejorarán la vida de la gente’, concluye Fields.
El consejero delegado de la compañía informó directamente a Trump de la decisión. México permanecerá con dos centros de ensamblaje –en uno de ellos se seguirá fabricando el Focus- y otro de ingeniería de Ford Motor, que dan empleo a 8.800 trabajadores y representa el 6 por ciento de la producción global.
El presidente electo celebró esta decisión y declaró que ‘en lugar de llevar el empleo y la riqueza fuera, EE.UU. se convertirá en el mayor imán del mundo para la innovación y la creación de empleo’.
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