Que 2020 será, sin duda, el año del coche eléctrico en Europa es una evidencia. Y necesaria, por supuesto. Las cada día más estrictas normas anti-contaminación y las nuevas regulaciones y restricciones de circulación que impulsan los gobiernos, no dejan ya otra opción. El planeta los necesita, y los fabricantes también si quieren evitar multas millonarias y satisfacer una demanda que crece por meses. Sin embargo, hay países que van mucho más adelantados… y en ellos ya se vislumbran también sombras sobre la nueva movilidad.
O, quizá, más que sombras, podríamos definirlo como que no es oro quizá todo lo que reluce en torno al coche eléctrico… y esta vez no vamos a hablar de los procesos de generación de energía eléctrica o construcción de coches, ni los problemas sobre las baterías y sus compuestos. No. Hoy vamos a hablar de otros problemas que empieza a generar el elevadísimo parque de automóviles eléctricos.
Nouega: el paraíso del coche eléctrico
Sucede, por supuesto, en Noruega. Dónde si no. Según datos de un interesantísimo artículo publicado por la agencia France-Presse (AFP), más de la mitad ya de los coches vendidos el último mes en el país nórdico estaban solo impulsados por baterías, y las previsiones son que durante todo el año se supere el 50% en las ventas. En junio, además, de los 10 coches más vendidos en Noruega, hasta 7 han sido eléctricos. Y para 2025 el Gobierno quiere aprobar que solo puedan matricularse ya coches Cero Emisiones.
Estos datos nunca se habían visto en Noruega… ni en ningún otro país. Y empieza a afectar, y de qué manera, tanto a la movilidad como al tráfico. Y no siempre para bien. Según AFP, este increíble auge está generando unos altísimos costes sociales al país. De hecho, para empezar, debido a una flota tan limpia, cada vez se generan menos impuestos relacionados con el automóvil, y la conclusión es que los ingresos fiscales han caído en 2.600 millones de euros respecto a 2007.
Grandes políticas públicas
Volvemos un momento de nuevo al principio, porque empezamos a ver causas, pero hay que entender también el origen. ¿Cómo es posible que un país como Noruega, el mayor productor de petróleo de toda Europa Occidental, esté viviendo como nadie este boom de la movilidad eléctrica? Su sociedad tiene una gran conciencia ecológica, sí, pero hay que dirigir la mirada sobre todo también a su generosísima política pública.
En Noruega, los coches eléctricos están hoy prácticamente exentos de impuestos de ningún tipo, cosa que no sucede con los vehículos diésel o gasolina. Y son muy, muy competitivos: según AFP, un VW e-Golf, por ejemplo, cuesta 326.000 coronas (unos 33.600 euros), mientras que un Golf térmico cuesta 334.000 coronas (unos 34.500 euros). Si el eléctrico estuviera sujeto a los impuestos habituales, costaría 407.150 coronas (unos 42.000 euros).
Demasiado parque, adiós a exenciones
A esta ventaja se unía, sobre todo al principio, la exención de pagar nuevos peajes urbanos para estos coches, lo que podría representar un ahorro de entre 4 y 10 euros al día a sus clientes. Sin embargo, y retomamos de nuevo el problema de la caída de ingresos y las políticas públicas, en Noruega ya empiezan a desaparecer ciertas ventajas específicas para estos automóviles: los mismos peajes urbanos, por ejemplo, ya no son gratis, sino que cuentan con tarifas reducidas para coches eléctricos. Y lo mismo sucede con los aparcamientos en ciudad o las cargas de baterías en estacionamientos públicos, que antes eran gratuitas. Alguien tiene que seguir pagando la fiesta.
Menos privilegios de uso que están empezando a sentir los coches eléctricos en Noruega, según AFP, son el uso de carriles de acceso a las ciudades, lo que conocemos como Bus Vao, que ahora exigen también 2 personas a bordo. Hay demasiados coches eléctricos ya en horas punta, lo que está generando de nuevo muchos atascos incluso en estos carriles, además de perjudicar al transporte público, con autobuses eléctricos que sufren ahora retrasos.
En Noruega, por tanto, ya hay quien se pregunta si el país debería seguir con sus exenciones fiscales para los coches eléctricos. De momento, están garantizadas por ley hasta 2021, pero veremos desde entonces. Según declaraciones a AFP de investigadores del Instituto Noruego de Estadísticas, “subsidiamos los coches eléctricos porque sus niveles de emisiones de CO2 son más bajos que los automóviles convencionales, pero hay muchos otros costes sociales relacionados con la conducción: embotellamientos, ruidos, accidentes… y, a este respecto, las diferencias son mínimas".
De hecho, según Gjensidige, la mayor aseguradora de Noruega, los coches eléctricos nuevos están involucrados hasta en un 20% más de accidentes que los coches diésel, debido, particularmente, a una potencia de aceleración mucho mayor. Lo dicho, la movilidad eléctrica generará a medio plazo nuevos interrogantes y problemas, que veremos cómo los resuelve la sociedad y las administraciones.