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Los récords de velocidad han existido desde hace muchos años, cuando modelos como el Bugatti Veyrom Super Sport o el Hennessey Venom GT eran aún ciencia ficción. El Museo Nacional del Motor de Gran Bretaña cuenta en su haber con cuatro coches que entre los años 1920 y 1960 acabaron con las normas establecidas y con el sentido común, alcanzando velocidades que hasta el momento eran puras utopías.
El primero de estos cuatros curiosos modelos es el Sunbeam de 355 CV con motor de avión, con el que Malcolm Campbell alcanzó en 1924 los 235 km/h y, un año después, los 242 km/h.
Otro Sunbeam superó a su homónimo, pero esta vez propulsado por dos motores V12 –delantero y trasero- que desarrollan 912 CV. Henry Segrave consiguió circular a una velocidad de 328 km/h en Daytona Beach (Florida).
El Golden Arrow tuvo que acudir a Daytona para romper el récord de velocidad, ya que en Europa aún no había rectas lo suficientemente largas y seguras. Putney Vale vivió la experiencia de alcanzar los 372 km/h.
El cuarto y último coche expuesto –de esta categoría- es el Bluebird CN7, un modelo con el que Donald Campbell –hijo del primer récord man mencionado- alcanzó la friolera de 648 km/h en 1964, cuatro años después de un primer intento fallido en el que una corriente de viento hizo que el coche perdiera el control y acabara destrozado.
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