En muchas ocasiones, los cambios de reglamento o la evolución de las carreras y de las distintas categorías dan lugar a modificaciones estéticas, que no siempre entienden del buen gusto, sino de conseguir los coches más rápidos de la temporada. Esto último suele ser complicado, sobre todo cuando hay grandes saltos en la normativa de un año para otro. Muchos han aprovechado los huecos del reglamento para instalar elementos ‘alegales’ en sus coches, muchos de ellos declarados ilegales pocas carreras después o en la temporada del año siguiente.
Un ejemplo es la actual Fórmula 1, que en los últimos 10 años ha sufrido multitud de cambios en la estética de los monoplazas y, finalmente, parece que se han acercado a un diseño algo más agradable a la vista que en los años en los que se experimentó, y mucho, con alerones, frontales y difusores con poco sentido del gusto, pero que en ocasiones han resultado efectivos a la hora de recortar algunos segundos por vuelta.
La Fórmula 1 empieza a mostrar diseños a modo de recreaciones por ordenador que se acercan cada vez más a los coches de LMP1 del Mundial de Resistencia, como los que podemos encontrar en las 24 Horas de Le Mans. Monoplazas que ensanchan la zona central de su carrocería, en busca de mejoras aerodinámicas y con una mayor protección del conductor, con cúpulas que cubren total o parcialmente el habitáculo del coche.
Los coches de la Nascar americana, por su parte, deberían tender a formas más redondeadas y aerodinámicas de cara al futuro, de manera que se alejen de sus líneas tan rectas y cuadradas. Y es que este tipo de coches son muy efectivos de cara a correr en línea recta, pero no lo son tanto cuando tienen que afrontar la curva de la pista ovalada en la que se corren este tipo de pruebas. Todo apunta a coches más rápidos en todos los sentidos.
Obviamente, la eficiencia y el respeto al medio ambiente también es uno de los puntos fuertes de cara al desarrollo de los coches de carreras del futuro.
Un avance en esta sentido ha sido la llegada de la Fórmula E, la competición de monoplazas eléctricos que hace apenas unas semanas culminaba su segunda temporada desde que naciera de la mano de Alejandro Agag. Los automóviles de esta prueba siguen evolucionando y esperan poder contar en un futuro no muy lejano con baterías con una autonomía suficiente para no tener que cambiar de unidad a mitad de cada carrera.
Unida directamente con la Fórmula E, encontramos la competición denominada Roborace, que pretende poner en marcha un proyecto de carreras de coches eléctricos autónomos, es decir, sin piloto. Al no tener que albergar a una persona en el interior del habitáculo, se puede recurrir a diseños más aerodinámicos y espectaculares.
Otro detalle a tener en cuenta es el crecimiento a nivel global de los pilotos virtuales, personas que se dedican a correr en campeonatos a nivel nacional e internacional haciendo uso de simuladores de carreras como Gran Turismo, iRacing o rFactor. Este tipo de pilotos podría llegar a correr en carreras en las que conduzcan un coche real a distancia, gracias a soportes como los que usan para competir de forma virtual (asiento, volante y pantalla). Esto último acabaría con el riesgo del piloto actual durante una carrera.
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