Ford B de 1932

El modelo que les presentamos sabe lo duro que es vivir rodeado de mitos. Precedido por los modelos de Ford T y A, su coexistencia con el Ford V8 le condenó a figurar siempre en un segundo plano, por mucho que fuese un coche muy bien adaptado a su momento.

Ford B de 1932
Ford B de 1932

A la vuelta de la Semana Santa de 1984, un servicio oficial Renault de Santa Coloma de Gramanet llevó al desguace un lote de vehículos, entre los que figuraba el Ford B objeto de esta prueba. Desde entonces y hasta su adquisición por parte de Antonio Nart en septiembre de 1987, fueron muchos los aficionados que se acercaron al mencionado desguace, situado a la orilla del río Besós.La mayoría de los curiosos, tras comprobar que no se trataba de un Ford A y que su carrocería era tipo sedán cuatro puertas, desistió de plantearse la compra. Pero mientras tanto, su actual propietario inició las oportunas indagaciones para asegurarse de que era factible recuperar la documentación del ejemplar rematriculado en Zaragoza en 1946.A diferencia del procedimiento habitual en cualquier restauración, Antonio prefirió comenzar por la mecánica y dejar para más adelante la carrocería y el interior. De hecho, el coche ya había sufrido un fallido intento de ponerlo en orden y llegó al desguace con muchos elementos malamente sujetos por un par de tornillos.Tras sacar el motor, Antonio procedió a desmontar la culata, pero estaba agarrotada y se vio obligado a utilizar una escarpa contra el plano de la junta entre bloque y culata para conseguir despegarla. La corrosión había afectado a todos los cuellos del cigüeñal y propició que faltase material. Por tanto, en Rectificados Arfa tuvieron que rellenar con soldadura, rectificar, darle un recubrimiento de cromo duro y volver a rectificar, con lo que quedó la superficie del cigüeñal lisa y con la dureza unificada.También hubo que arrancar las camisas viejas, rectificar de nuevo el bloque y colocar camisas nuevas que lo dejaban a primera sobremedida, así como rectificar el volante de inercia y sustituir la corona por otra nueva. Aprovechando todo el proceso, se consideró oportuno acortar en 10 mm las guías de los taqués, para dejar libre acceso a los tornillos y a las contratuercas, de cara a poder realizar el reglaje sin tener que levantar la culata cada vez.Tal y como estaba al comenzar la restauración, estaba clara la idea de que iba a resultar el apartado más trabajoso. Dado que las aletas traseras estaban bastante podridas, y que las delanteras estaban deformadas en el borde después de numerosos golpes mal reparados, Antonio recurrió al buen hacer del señor Moreno, quien procedió a rehacer manualmente el borde embordonándole varilla de 5 mm.Fue entonces el propio Antonio el que separó las diferentes piezas, construyó un bastidor de madera con ruedas a partir del “desguace" de dos camas viejas y fijó cada uno de los componentes a dicho bastidor para ir lijándolos hasta dejarlos en chapa desnuda, siempre utilizando la necesaria mascarilla y la debida protección.Tras desprender de la carrocería todo tipo de incrustaciones y óxidos, dio a continuación una mano de Ovatrol, un producto antioxidante de imprimación, previo a la aplicación de masillas y a la preparación para pintura. El color elegido fue el mismo que se podía apreciar en el cortafuegos, denominado oficialmente como Washington blue.Tuvieron que repararse las estructuras de los asientos, sustituyendo dos filas de muelles, mientras que el material de la tapicería de escay original, de color Copra Dra, fue encargado al especialista norteamericano LeBaron-Bonney Co., al igual que las vestiduras de las puertas y los revestimientos laterales. Al tratarse de la versión Standard, la alfombrilla delantera es de goma y la trasera de moqueta, siendo ambos materiales de fabricación española relativamente fáciles de encontrar.Y salvo el cristal trasero, que se conservaba en buen estado, todos los demás son nuevos y tuvieron que ser cortados a su medida y colocados.A la vuelta de la Semana Santa de 1984, un servicio oficial Renault de Santa Coloma de Gramanet llevó al desguace un lote de vehículos, entre los que figuraba el Ford B objeto de esta prueba. Desde entonces y hasta su adquisición por parte de Antonio Nart en septiembre de 1987, fueron muchos los aficionados que se acercaron al mencionado desguace, situado a la orilla del río Besós.La mayoría de los curiosos, tras comprobar que no se trataba de un Ford A y que su carrocería era tipo sedán cuatro puertas, desistió de plantearse la compra. Pero mientras tanto, su actual propietario inició las oportunas indagaciones para asegurarse de que era factible recuperar la documentación del ejemplar rematriculado en Zaragoza en 1946.A diferencia del procedimiento habitual en cualquier restauración, Antonio prefirió comenzar por la mecánica y dejar para más adelante la carrocería y el interior. De hecho, el coche ya había sufrido un fallido intento de ponerlo en orden y llegó al desguace con muchos elementos malamente sujetos por un par de tornillos.Tras sacar el motor, Antonio procedió a desmontar la culata, pero estaba agarrotada y se vio obligado a utilizar una escarpa contra el plano de la junta entre bloque y culata para conseguir despegarla. La corrosión había afectado a todos los cuellos del cigüeñal y propició que faltase material. Por tanto, en Rectificados Arfa tuvieron que rellenar con soldadura, rectificar, darle un recubrimiento de cromo duro y volver a rectificar, con lo que quedó la superficie del cigüeñal lisa y con la dureza unificada.También hubo que arrancar las camisas viejas, rectificar de nuevo el bloque y colocar camisas nuevas que lo dejaban a primera sobremedida, así como rectificar el volante de inercia y sustituir la corona por otra nueva. Aprovechando todo el proceso, se consideró oportuno acortar en 10 mm las guías de los taqués, para dejar libre acceso a los tornillos y a las contratuercas, de cara a poder realizar el reglaje sin tener que levantar la culata cada vez.Tal y como estaba al comenzar la restauración, estaba clara la idea de que iba a resultar el apartado más trabajoso. Dado que las aletas traseras estaban bastante podridas, y que las delanteras estaban deformadas en el borde después de numerosos golpes mal reparados, Antonio recurrió al buen hacer del señor Moreno, quien procedió a rehacer manualmente el borde embordonándole varilla de 5 mm.Fue entonces el propio Antonio el que separó las diferentes piezas, construyó un bastidor de madera con ruedas a partir del “desguace" de dos camas viejas y fijó cada uno de los componentes a dicho bastidor para ir lijándolos hasta dejarlos en chapa desnuda, siempre utilizando la necesaria mascarilla y la debida protección.Tras desprender de la carrocería todo tipo de incrustaciones y óxidos, dio a continuación una mano de Ovatrol, un producto antioxidante de imprimación, previo a la aplicación de masillas y a la preparación para pintura. El color elegido fue el mismo que se podía apreciar en el cortafuegos, denominado oficialmente como Washington blue.Tuvieron que repararse las estructuras de los asientos, sustituyendo dos filas de muelles, mientras que el material de la tapicería de escay original, de color Copra Dra, fue encargado al especialista norteamericano LeBaron-Bonney Co., al igual que las vestiduras de las puertas y los revestimientos laterales. Al tratarse de la versión Standard, la alfombrilla delantera es de goma y la trasera de moqueta, siendo ambos materiales de fabricación española relativamente fáciles de encontrar.Y salvo el cristal trasero, que se conservaba en buen estado, todos los demás son nuevos y tuvieron que ser cortados a su medida y colocados.