Desde hace ya unos cuantos años, al hablar de Citroën nos viene a la mente una asociación de palabras: confort francés. Todos sus productos se caracterizan por un enfoque muy marcado que les otorga una personalidad diferente a la de cualquier otro automóvil, algo que puede gustar o no, pero que sin duda tiene su público. En el caso del Citroën C4, que acaba de recibir un lavado de cara y nuevos motores Euro 6, se aprecia más que nunca esta particularidad. Parte de la "culpa" la tiene esta refinadísima motorización BlueHDi, que además anuncia irrisorios consumos de combustible, pero también el blando mullido de sus asientos, la excelente absorción de la suspensión o la amable dureza de los pedales, hasta el punto de que casi te crees a bordo de una berlina de representación. Pero, ¿qué ocurriría si detrás de esta faceta burguesa se escondiese un comportamiento irreprochable?
Duelo ¿desigual? Para comprobarlo, nada mejor que enfrentarlo con el que probablemente sea el otro extremo de la balanza, el también puesto al día Ford Focus, cuyo deportivo tacto de conducción, acompañado de una rapidísima dirección, cumple con las expectativas de un tipo de conductor muy diferente. Dotado de una elaborada suspensión trasera multibrazo y un tarado de suspensión que, sin llegar a ser incómodo, sí que aporta cierta firmeza —algo que se acentúa por el bajo perfil de las llantas opcionales de 18" de nuestra unidad—, su puesta a punto se decanta por el dinamismo, con un incisivo tren delantero y una trasera que pone mucho de su parte para redondear los giros y proporcionar agilidad. No obstante, logra un confort de bacheo de calidad frente a irregularidades pronunciadas y badenes, aunque no tanto al circular sobre asfaltos deteriorados, donde, a pesar de conservar la compostura mejor que el Citroën, requiere de constantes correcciones sobre la dirección debido a que, con esta monta de neumáticos, lee incluso las líneas de la carretera cuando estamos frenando o acelerando. Esto, unido a la citada rapidez de la dirección, exige una mayor concentración por nuestra parte en todo momento. A esto hay que sumar que, en maniobras, su radio de giro es algo elevado, y que la visibilidad del entorno cercano es menor que en su rival.
Comportamiento
El Citroën C4, por otro lado, mantiene mejor la línea recta, algo que se agradece en viajes por autopista —no tanto sus blandos asientos, que en trayectos largos favorecen la aparición de fatiga, o la incómoda posición de la rueda del ajuste lumbar—. Su dirección, sin ser tan rápida, resulta muy precisa y con un tacto más natural. Sólo si en pleno apoyo hay una ondulación o un cambio de rasante muy pronunciado nos veremos obligados a corregir ligeramente la trayectoria, debido a que la carrocería va algo suelta en extensión, a diferencia del Focus. Sin embargo, su nivel de agarre permite afrontar todo tipo de trazado sin preocupaciones incluso a ritmos altos, pues su bastidor es de lo más eficaz, siempre con reacciones muy nobles y progresivas que dan mucha confianza, también porque, sin llegar a los niveles del reactivo Ford, a base de dosificar el acelerador puedes ajustar la trazada de forma precisa. En definitiva, no hay que dejarse engañar por su clara orientación hacia el confort, porque a la hora de la verdad responde de manera sorprendente.
En otro orden de cosas, se podría decir que este Citroën C4 se adapta mejor que nunca a casi cualquier usuario, pues resulta más convencional que antes, es decir, ya no cuenta con el confuso volante de la anterior generación, lleno de teclas y cuya parte central permanecía fija mientras giraba únicamente el aro, sino que todo resulta más intuitivo. Te haces rápidamente a él, y más después de este restyling en el que han desaparecido todavía más pulsadores, no sólo del volante, sino también de la consola central, haciendo que la disposición de los mandos sea más clara y el manejo, más sencillo. Para conseguirlo cuenta con una nueva pantalla táctil que, sin llegar al extremo de un Peugeot 308 —en el que incluso el climatizador requiere desviar la atención hacia la pantalla—, agrupa todos los controles del navegador, radio, teléfono y las ya indispensables aplicaciones que se pueden instalar al gusto del consumidor.
Motores
Respecto a las mecánicas, en el Citroën C4 cabe destacar por encima de todo la gran suavidad y el nivel de par a poquísimas vueltas de este BlueHDi, además de un alto refinamiento y casi total ausencia de vibraciones. Resulta de lo más agradable, aunque los largos desarrollos que debe mover en 5ª y 6ª le restan prestaciones y, sin embargo, no aportan una ventaja clara de cara al consumo, a juzgar por los datos que ha obtenido nuestro Centro Técnico. Al mismo tiempo, es una pena que hayan prescindido del anterior sistema Stop/Start que estaba presente en las versiones e-HDi, pues antes el motor se paraba al introducir punto muerto por debajo de 20 km/h, y contaba con un funcionamiento excepcional, y ahora simplemente es un buen, pero convencional, Stop/Start (que cuesta la mitad).
En cuanto al Ford Focus, tanto por ligereza como por una desmultiplicación del cambio menos larga, acaba resultando más rápido, aunque su propulsor no es tan utilizable en la zona del cuentavueltas próxima al ralentí, ni está tan bien aislado su más evidente sonido a Diesel, o las pequeñas vibraciones que se llegan a sentir en el volante. Eso sí, consume menos y sigue siendo un producto muy completo cuyo precio de partida, con las promociones actuales de ambos fabricantes, es más bajo.