La frenética evolución de los motores Diesel en las dos últimas décadas del pasado siglo fue en realidad una auténtica revolución industrial. Los motores Diesel dejaron de ser una opción muy concreta, para articularse en toda una gama de versiones, que en poco tiempo formaron la columna vertebral de todos los segmentos populares. Muchos nichos igualmente terminaron por "resignarse" a la revolución Diesel: coupés, descapotables... y finalmente también las elitistas berlinas de lujo y representación.
Pero en este caso, la osadía no solo fue implantar motores Diesel ya existentes a esta categoría de berlinas. Si en un primer momento propulsores de 6 cilindros se destinaron a esos primeros Audi A8 2.5 TDI, BMW 725 tds y Mercedes S 300 Turbodiesel, su aceptación y racionalidad llevaron a Audi, BMW y Mercedes a fabricar exclusivos motores de 8 cilindros, desarrollados exprofeso para sus grandes berlinas. Y esos V8 Diesel acabaron disputando en Europa a los majestuosos V8 de gasolina el honorífico título de ser el motor natural de una berlina de tal rango. Pero 15 años después, estos V8 son prácticamente piezas de museo.
BMW tiró la primera piedra con un V8 3.9d de 245 CV que estrenó la tercera generación de la Serie 7 (1994/2001). Aquel motor era tan sofisticado (740d), que BMW lo producía junto al 4.0 V8 de 400 CV del M5 contemporáneo. El V8 3.9d evolucionó en la 4ª generación de la Serie 7 elevando su potencia hasta los 258 CV. Con el restyling de esa 4ª generación, llegó un nuevo V8 de 4.4 litros y 329 CV (745d). Y tal como vino se marchó. Fue la última vez que vimos un motor de semejantes características en BMW. Se empezaba a hablar por entonces del downsizing y BMW optó por sustituirlo por un nuevo 3.0 de 6 cilindros biturbo con 313 CV, un tipo de motor a la postre más utilizable en más modelos de la marca.
Audi reaccionó a la primera propuesta de BMW con un V8 3.3 TDI de 225 CV, que estrenó la primera generación de su A8 (1994/2003), rival del BMW Serie 7 contemporáneo. Con la llegada de la 2ª generación, Audi convirtió ese primer V8 3.3, en un 4.0 de 275 CV y años después, en un 4.2 de 326 CV. Ese mismo bloque 4.2, primeramente con 350 CV y en la actualidad con 385, sigue comercializándose en la tercera y actual generación del Audi A8, hoy como último y único motor V8 Diesel de turismo del mundo.
De mucho antes que sus rivales directos Mercedes ofreció mecánicas Diesel en sus berlinas de representación, pero no fue hasta la Serie W220 (1999/2006) cuando desarrolló su primer bloque V8 4.0 CDI, de 250 CV en una primea fase y 256 en una siguiente evolución (también lo incorporó el ML 400 CDI). Dicho bloque evoluciona en la siguiente generación de la Clase S, fijando su potencia en 320 CV en las versiones 420 CDI, posteriormente denominada 450 CDI. Ya en la actual Clase S, no hay rastro del V8 y el tope Diesel lo marca un 350d con motor 3.0 V6 de 258 CV.
Definitivamente, los modernos 6 cilindros Diesel biturbos secuenciales han ocupado el puesto de los V8, más pesados, voluminosos y menos rentables al no ser aprovechados por ningún otro modelo. Y las nuevas mecánicas híbridas, también parece que han sido rivales internos en la propia gama de estas berlinas. Curiosamente estos viejos dinosaurios Diesel no fueron la máxima expresión de este tipo de mecánicas. El propio Grupo Volkswagen, en un alarde de poderío tecnológico,desarrolló un V10 5.0 TDI de 313 CV (Phaeton y Touareg) y un espectacular W12 TDI de 500 CV (Audi Q7). Toyota y Land Rover también tuvieron (y Land Rover mantiene) sendos V8 Diesel: en la gama Land Cruiser se llegó hasta un 4.5 de 286 CV y en la gama Range Rover hubo un 3.6 de 272 CV, convertido y presente hoy como 4.4 de 340.